martes, 29 de diciembre de 2009

El maillot se ha quedado sin firmas en 2009

Por primera vez en muchos años no tenemos un nuevo campeón del mundo español en este 2009 a punto de finalizar. Es cierto que Benito Ros y Abel Mustieles –aparte del equipo al completo- salvaron nuestra honrilla en las pruebas de trial del Mundial de Canberra al subirse a lo más alto del ‘cajón’. Pero tanto el navarro como el aragonés ya tenían el ‘arco iris’ de temporadas anteriores.

Todo esto significa que no he tenido que descolgar de mi cuarto el cuadro con el maillot que tengo firmado por todos los españoles que han sido campeones del mundo en la historia excepto los de trial, que podrían llenar por si solos bastantes camisetas. En ese jersey están las 25 firmas de los ciclistas que alguna vez han logrado vestirse con ese ‘arco iris’, salvo la de los pilotos de una disciplina que muchos consideran menor, pero que año tras año repiten éxitos a pesar del incremento de la competencia. Pienso, pues, que es de justicia que al menos Ros, Mustieles, Dani Comas, Gemma Abant o Diego Barrio –los que lo han logrado de forma individual desde la integración del Mundial de Trial en el de BTT en Sierra Nevada 2000- tengan también su espacio.

Compré el maillot en las Navidades del 2003-04, como forma de tener algún recuerdo de mis mejores momentos en el ciclismo, y que no fuera la socorrida camiseta firmada por todos los participantes en un Mundial. No recuerdo quién fue el primero que lo firmó, y lo lamento, pero sí los tres últimos: José Manuel Moreno –tras decidir solventar una firma que se demoraba demasiado realizando un viaje ex profeso a Chiclana-, Iñaki Vijandi –nuestro único campeón del mundo de ciclocross, voluntaria y agriamente alejado del ciclismo, al que encontré casualmente por referencias en solociclocross.com tras varias intentonas fallidas- y Rafa Alvarez de Lara –al que también me costó acceder pese a tener permanente contacto con él-. No olvido tampoco la suerte que tuve para ‘cazar’ a Miguel Morrás, en uno de sus escasos viajes a España desde su residencia en Nueva York, donde le sonríe el éxito profesional que no pudo alcanzar como ciclista por culpa de una lesión, o el periplo mallorquín que realicé durante una ‘Challenge’ para encontrar a los ‘esquivos’ mediofondistas Miguel Mas o Guillermo Timoner.

También tengo gratos recuerdos de aquellos de los que viví ‘in situ’ sus triunfos, aunque me firmaran después. De Isaac Gálvez, al que ‘encontré’ en una Vuelta a Castilla y León cuando estaba centrado en la carretera, después de su éxito en Berlín 1999 y mucho antes de que se pudiera adivinar su fantástica rentrée en Burdeos 2006. Y naturalmente de Oscar Freire –especialmente en su primer título en Verona-, de Joan Llaneras –jamás olvidaré Palma 2007 por lo emotivo de su triunfo- o de Marga Fullana –también en su último podio, en Val di Sole 2008, que tuvo un significado especial para todos-, sin olvidarme tampoco del inesperado triunfo del ‘team relay’ en Livigno 2005, del histórico oro de Rafa Alvarez también en Val di Sole, o la ‘movida’ victoria de Igor Astarloa en Hamilton 2003.

Pienso que hay muchos ciclistas que merecerían un lugar en este maillot por su trayectoria profesional –y entre ellos, sobre todo, los pistards José Antonio Escuredo o José Antonio Villanueva por encima de todos-. Pero lo que más me preocupa es que vislumbro a pocos, muy pocos, capaces de hacerme descolgar el cuadro a corto plazo: Alejandro Valverde, Leire Olaberria y Eloy Teruel. Ojalá me equivoque y el 2010 me obligue a hacerlo.

martes, 22 de diciembre de 2009

Hermida tiene hambre de ciclocross


A comienzos de la temporada 2008-09, unos días antes de su debut en Amézaga, José Antonio Hermida cortaba de raíz los rumores que señalaban que podría dedicarse con una mayor intensidad al ciclocross. “Soy un ‘biker’ y no hay que olvidarlo. Y aunque no haya Juegos, tengo muchos compromisos y objetivos. Si hago una gran temporada en invierno, luego me pasa factura durante la campaña de BTT”, declaraba en el semanario Meta 2Mil.

Pero no solamente el ciclocross no le afectó a su rendimiento posterior, sino que en mountain bike terminaba el año con la sensación de haber completado su mejor campaña, aunque le faltara la guinda de un éxito de relumbrón, como pudo ser una medalla –de las buenas, no la de chocolate- en el Mundial de Canberra.

La experiencia parece haberle convencido para dar una ‘vuelta de tuerca más’ en eso del ciclismo del barro. Su 2009 lo terminaba afrontando –y ganando- las primeras pruebas de la Copa de España, en Castilla y León. Y tras un descanso invernal de apenas quince días ha vuelto por donde solía, con dos victorias más en los últimos días, en Alcobendas y Valencia, que demuestran que va en ‘serio’.

No obstante, lo que más nos debe hacer confiar en las posibilidades de Hermida es su firme decisión de competir allende nuestras fronteras para coger puntos UCI, lo que le permita paliar en parte el gran problema de nuestros corredores: salir en posiciones muy retrasadas en las parrillas del Mundial. El de Puigcerdá no dudó ni un momento en apuntarse a la aventura de la selección de Paco Pla a finales de mes en Bélgica. Y aún realizará alguna salida más en enero.

Y todo ello, para avanzar algunos puestos en la colocación inicial que le permitan competir sin ese lastre de una mala posición de salida luego irrecuperable. Porque, en su debut mundialista, ya dio muestra de sus posibilidades, al acabar decimoséptimo. Por ello, el décimo tercer puesto logrado por David Seco en Monopoli 2003 –el mejor resultado español en décadas- está a su alcance.

Hermida lo sabe y por ello tiene verdadera hambre de ciclocross.

lunes, 14 de diciembre de 2009

25 años después

Hoy se cumplen 25 años –se me hubiera pasado, que son ya muchos, de no haber sido porque la prensa está pendiente de todo- de la trágica muerte de Alberto Fernández en un fatal accidente de automóvil, cuando las radiales españolas no eran sino caminos de cabras, y cuando el ciclismo era tan extensivo como hoy intensivo. Todo ello pocas horas después de que se le reconociese como lo que era, el mejor ciclista español del momento. Aunque los nombres de los Lejarreta, Delgado o Arroyo comenzaran a ser más conocidos por el público y definitivamente le eclipsaran en el olimpo de semidioses de la época más oscura del ciclismo español. Para mí era simplemente mí ídolo.

Alberto fue uno de los ciclistas más apreciados en aquellas épocas en las que ser corredor implicaba salir a por todas desde febrero en Andalucía hasta La Rioja en octubre. Pero fue, sobre todo, el más destacado, con diferencia, en el Tour de Francia en esos grises momentos en que lo más fácil era obviar la carrera gala, aunque él nos hacía ‘conectrar’ pese a que sus aspiraciones estuvieran muy lejos del amarillo en París. Y también lo fue en el Giro de Italia, en donde sí llegó a acceder al podio, demostrando su clase de escalador y contrarrelojista, pero sobre todo el ‘atrevimiento’ de ese joven equipo Zor que rompió moldes y supuso, junto con el Reynolds, el despegue del nuevo ciclismo español.

Pero, sobre todo, pudo serlo también en la Vuelta, donde se quedó en ese héroe caído, cuando seis malditos segundos le impidieron conquistar la gloria de la ronda nacional ante un desconocido Caritoux –antes, durante y también después- que le privó de sus sueños, de sus méritos, de su reconocimiento, un buen día de mayo de 1994. Ese ‘San Isidro’, fue una derrota mayor para todos los aficionados que esperábamos su coronación que para él mismo, modesto como pocos, aunque nunca tuvo la opción de resarcirse. Para mí ya había nacido un ídolo, el segundo de mi vida ciclista tras Luis Ocaña.

Poco me duró. Apenas seis meses después, ese 14-D, Alberto se dejaba la vida contra un coche camino de casa, de Cantabria, de Aguilar, que en ambos sitios se hizo ciclista –grande- y persona –más aún-. Todavía recuerdo como me enteré de su fallecimiento, de que mi madre vino a consolarme porque ya sabía lo que significaba esa pérdida para mí. Y como otra serie de acontecimientos se sucedieron a lo largo de ese día y me hicieron definitivamente llorar. Menos importantes, desde luego, pero que justificaron mis lágrimas. Por el héroe caído. Por el ídolo sin premio.

25 años después –más vale tarde que nunca- sirvan estas letras mal juntadas como homenaje hacia ti.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Se confirmó la castración

No por menos anunciado -aunque en el fondo todos los aficionados al ciclismo en pista esperásemos una reconsideración-, deja de ser menos doloroso. Incluso Carlos Arribas en El País –uno de los pocos que ha reaccionado rápidamente contra la medida- recurre a un titular de los que te ‘tocan’ en tu fibra más sensible allá por la entrepierna, El COI castra los velódromos, para continuar escribiendo que se trata de “una mala noticia para el ciclismo en pista, una mala noticia para el ciclismo español, que desde Barcelona 1992, con el oro fundacional de José Manuel Moreno, hasta Pekín 2008 ha conseguido nueve medallas en los velódromos: de ellas, siete, corresponden a disciplinas ya desaparecidas del programa olímpico. Joan Llaneras, el deportista olímpico español más laureado, que se retiró tras haber cosechado entre Sidney, Atenas y Pekín dos oros y dos platas, es ya historia”.

Puedo entender que la UCI no tenga más remedio que asumir el compromiso del Comité Olímpico Internacional de no aumentar ni participantes ni títulos en juego, y que su máxima prioridad sea mantener las cuatro disciplinas –carretera, pista, mountain bike y BMX- en el programa olímpico. Algo que no está nada claro en el horizonte del 2013, por cierto. Pero lo que no comprendo bajo ningún concepto que salude esta ‘castración’ con tanto entusiasmo como el que se desprendía en su
nota oficial.

Porque suprimir la persecución es acabar con el 1.500 de los velódromos, como bien dice Arribas, con el principal nexo de unión entre la ruta y la pista como atestiguan ciclistas como Chris Boardman o el más reciente Bradley Wiggins, con la compatibilidad de ambas disciplinas. Y porque eliminar la puntuación y la madison es terminar con la esencia y el espectáculo de las competiciones en pista. No acierta, ni mucho menos, la UCI cuando dice que pretende preservar el patrimonio histórico de nuestro deporte: el ciclismo en pista nació hace ya dos siglos precisamente en el emblemático Madison neoyorquino, que da nombre a la prueba también denominada americana, por esta misma razón.


Y porque poner en su lugar el omnium –ojo, en los Mundiales solamente desde 2007, eso es tradición- supone no entender el concepto de espectáculo que debe ser el deporte. El omnium es incomprensible para el gran público, incluso aburrido para los entusiastas, como yo, e inútil como referencia en la captación y promoción ciclista. Por mucha reforma que quiera hacer la UCI para ‘dinamizarlo’, de un burro no se saca nunca un caballo de carreras. Además, las comparaciones con el decatlón son odiosas: aunque el mejor sea el ‘atleta perfecto’, la gente con lo que vibra es con Usain Bolt en el 100, con Hicham El Guerrouj en los 1.500 o con Sergey Bubka saltando pértiga; no con el ruso corriendo los 800, con el jamaicano en una maratón o con el marroquí lanzando peso. O dicho de otra forma, ver a Llaneras ‘lanzando’ un 200.

Respecto al objetivo de buscar la paridad entre pruebas masculinas y femeninas, no tengo nada que decir, salvo que la pretendida igualdad jamás debe ser argumentada para ir en contra de la lógica. Pero este es un tema que, desgraciadamente, trasciende de forma habitual de los velódromos a la vida cotidiana.