miércoles, 23 de marzo de 2011

Cuando ir en bicicleta no es moverse más rápido que los demás

Durante mucho tiempo creí que en ciclismo siempre ganaba el corredor que primero franqueaba la línea de llegada. Luego supe que existía una disciplina llamada contrarreloj en la que no era el primero en pasar, sino el que cubría la distancia en el menor tiempo posible. En el fondo era lo mismo: ir lo más rápido posible, y más que los rivales.

Cuando fue descubriendo otras disciplinas como la pista, la puntuación o la madison me demostraron que aquí ya era cuestión de sumar más puntos que los rivales, aunque seguía manteniéndose la premisa de ir más rápido que los demás. Fue ya con el trial cuando se derribaron todas las ideas preconcebidas: en este caso es simplemente la habilidad de superar unos obstáculos sin incurrir en actuaciones irregulares –apoyos de pie, por ejemplo- que conllevaban una penalización. Pero también ir más lento de lo establecido conlleva una pérdida de puntos que puede ser fatal.

Incluso un ciclismo claramente de ocio y, en teoría nada competitivo como el cicloturismo, tiene un marcado componente de ‘marica el último’ aunque en los últimos años dos prácticas deportivas relacionadas con el fitness y la salud y no con la competición han desterrado el mito de mover la bicicleta más rápido que el rival: entre otras cosas porque son máquinas que no tienen ruedas y permanecen fijas en el suelo, por muy fuerte y rápido que pedalees.

La casualidad ha hecho que en estos días me haya llegado la publicidad de dos libros referidos a estas disciplinas. El primero de ellos se llama “El tao del ciclismo indoor”, una obra teórica-práctica de Andrés Carlos Muñoz, en la que se vinculan aspectos nutricionales, de entrenamiento, ergonomía, preparación física o prevención de lesiones con esta práctica que muchos han descubierto como alternativa al paseo en bicicleta por el campo –muchas veces a años luz de tiempo y distancia-, aunque solamente por la comparativa entre los escenarios –una sala cerrada o cualquier lugar del mundo- la elección debería estar clara.

La segunda obra es más curiosa, ya que desconocía el auge del llamado ciclismo acuático, que no consiste en avanzar en un ‘pedalo’ o similar sobre el agua, sino pedalear en un artilugio semibicicletero sumergido parcialmente en una piscina. Obviamente el título de "Pedaleando en el agua” es plenamente significativo de esta obra de Ivan Medrano y Laura María Tortosa.

Alguno podrá hacer la broma malévola –pero no exenta de ironía- de que el ciclismo ya no avanza; en mi caso solamente quiero proponer estas dos alternativas para los que tengan menos tiempo o ganas, reflejadas en dos interesantes libros, aunque habrá otras muchas publicaciones más.

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