domingo, 24 de julio de 2011

Mi recuerdo de Katherine Evans

Cuando afronté mi viaje en el ‘Never Never’ australiano, desde el ‘Top End’ hasta el ‘Red Center’, el pasado mes de octubre tras el Mundial de Geelong, de casi 1.500 kilómetros durante 21 horas a bordo de un ‘Greyhound’, mi primera parada en una localidad llamada Katherine, situada a poco más de 300 kilómetros del inicio de mi periplo en Darwin.

Se trataba de una pequeña población de unos 5.000 habitantes –con ello, es la tercera o cuarta localidad en número de habitantes del todo el Nothern Territory-, que no tenía mucho que ver en esas dos horas escasas de ‘parada técnica’, salvo una magnífica colección de fotos de las repetidas inundaciones sufridas en su reciente historia. Y es que impresionaba ver la carretera junto a la Estación de Autobuses –si se puede llamar así a un bar, unos servicios, una tienducha y una oficina cerrada- completamente anegada. La última de ellas, hace apenas cinco años.

Sin embargo, no vi por ningún lado ninguna referencia a uno de sus hijos más famosos, posiblemente el único con proyección mundial, un tal Cadel Evans. Y eso que ya había obtenido bastante notoriedad tras haber ganado el Mundial un año antes. Desde luego, había muchas más referencias a su persona en Geelong, incluso en Mendrisio, precisamente donde logró el arco iris: y es desde hace ya bastantes años estas dos poblaciones están más vinculadas con su vida: en el verano austral reside en Victoria; en la temporada ciclista, en las inmediaciones de esta población suiza.

Es curioso, pero la relación en la wikipedia entre Evans y Katherine se ciñe a apenas siete palabras en el último párrafo. Quizá sea porque abandonó muy pronto esas tierras inhóspitas para labrarse un porvenir en el ciclismo, primero en el mountain bike, luego en el de carretera; quizá porque su carácter está muy lejos de la imagen tópica del australiano extrovertido.

Es de esperar que, a partir de hoy, las referencias a Evans sean mucho más numerosas en su localidad natal, tras convertirse en el primer australiano en ganar el Tour de Francia, aunque lo que realmente puede ser apoteósico es el  despegue del ciclismo en su país, a tenor de lo que se está viviendo estas noches… por la importante diferencia horaria. Si ya hubo una explosión con ocasión del Mundial de 2009, ahora, entre el maillot amarillo de Cadel y el nacimiento de GreenEdge, la deseada –por unos- y temida –por otros- mundialización del ciclismo será un hecho irreversible.

viernes, 22 de julio de 2011

Samuel Sánchez, primer ‘maillot a pois’ en París de un escalador español

Fue Vicente Trueba, en 1933, quien inició una tradición que durante mucho tiempo se mantuvo en el Tour de Francia, el protagonismo de los españoles como los mejores escaladores de la ronda gala. En cierto modo, luchar por esta clasificación secundaria era una forma de reconocer la imposibilidad de alcanzar metas mayores, aunque por razones más organizativas y técnicas que por las verdaderas posibilidades de nuestros ciclistas.

Aparte de Trueba, Julián Berrendero y Jesús Loroño subieron al podio final a recoger el premio, aunque fue Federico Martín Bahamontes quien supuso una transición afortunada para el ciclismo español, ya que aparte de seis reinados de la montaña, subió a lo más alto del podio. Julio Jiménez, por tres veces consecutivas, tuvo que conformarse con este premio, a pesar de que estuvo a punto de imitar al toledano como ganador absoluto, en 1967, mientras que los tres últimos ganadores españoles de la montaña –Aurelio González, en 1968, Pedro Torres, en 1973, y Txomin Perurena, en 1974, se impusieron de una forma muy distinta, peleando en los pequeños coles y no en las grandes ascensiones, una táctica que ha sido imitada en numerosas ocasiones desde entonces, aunque no por nuestros corredores.

Parece mentira que desde 1974 -descalificaciones aparte- un español no ganase la clasificación de la montaña del Tour. Quizá fuera simplemente porque en estos últimos años los objetivos han sido mucho más ambiciosos, aunque también es cierto que ha faltado decisión por parte de algunos ciclistas, tanto para imitar la forma ganadora de ‘el Aguila de Toledo’, por ejemplo, como la del vasco de Oyarzun.

Por ello, es de agradecer que la reforma en la puntuación de la clasificación de la montaña en este Tour 2011 haya primado a un escalador nato como Samuel Sánchez, que el próximo domingo –salvo revolución mañana en la crono- será el único español en el podio después de cuatro años estando en lo más alto –cinco, si contamos ese podio virtual de Oscar Pereiro-. Además, Samuel Sánchez será el primer español en llevarse en propiedad el ‘maillot a pois’, identificativo del rey de la montaña… desde 1975, algo que no pudieron hacer lógicamente nunca sus predecesores.

jueves, 14 de julio de 2011

Otro frente abierto más: ciclistas contra periodistas

Cuando leí ayer el artículo ‘Erase una vez’ de Pascale Schyns en Biciciclismo no podía dar crédito a mis ojos. Por si tenemos pocos problemas y enfrentamientos en el mundo del ciclismo, uno nuevo ha saltado con ocasión del injustificable atropello de Juan Antonio Flecha y Johnny Hoogerland, protagonizado por el sindicato francés de corredores (UNCP) y la Asociación Internacional de Periodistas de Ciclismo (AIJC). Pero con los tintes del más absoluto sinsentido y unos preocupantes matices de oscuros intereses.

Durante todo el día intenté recabar más información sobre lo sucedido y ha sido esta mañana cuando he encontrado esta información en Gara que aclara bastante sobre este nuevo e innecesario conflicto.

Y es que es incomprensible que la UNCP pidiera que sólo los ex corredores pudieran conducir coches en la carrera, argumentando que “sólo los que han sido ciclistas acreditan la competencia necesaria para hacerlo”. Tan interesado como falso, aunque sí coincido con ellos que hoy por hoy hay chóferes poco capacitados en determinadas carreras y que no vendría mal exigir unos requisitos específicos en algunas pruebas y circunstancias: no es lo mismo ir en medio del pelotón que por delante .

Por otro lado, no hay que confundir las medidas de seguridad a la hora de conducir y realizar un adelantamiento de corredores –que dependen principalmente de la anchura de la carretera, y de la velocidad y tamaño del grupo a adelantar- con las circunstancias de carrera, como la distancia entre grupos: incrementar el famoso minuto que permite la presencia de coches intercalados, como ha sugerido el Tour, no es una cuestión de seguridad ciclista sino de desarrollo deportivo de la prueba.

En todo caso esta medida no viene a ser sino una forma de desviar el foco de atención, como muestra el hecho de que no se haya querido desvelar la identidad del causante del accidente, posiblemente porque sea un personaje bien conocido.

Y precisamente esta generalización –insisto, para no individualizar de forma peligrosa- es lo que ha molestado a la AIJC. “En materia de seguridad, los periodistas han demostrado, todo el año, un respeto absoluto por los ciclistas y jamás, al volante de sus vehículos, se han visto envueltos en un accidente de este tipo”. Por cierto, los tiempos en que los periodistas campaban a sus anchas por un pelotón se terminaron años atrás, al menos en las grandes carreras: muchos de mis colegas no pueden ver un ciclista en acción durante buena parte de los tresmil y pico kilómetros de una ‘grande’.

Hasta ahí todo correcto y perfectamente comprensible. Pero donde mis colegas han sacado los pies del tiesto, de una forma tan absurda como peligrosa es cuando terminan instando a los ciclistas “a recordar a sus patrones las reglas mínimas para garantizar su propia seguridad. No es necesario asumir riesgos increíbles para adelantar al pelotón, o batir récords de velocidad para entregar un bidón. Vuestra herramienta de trabajo (la bicicleta), de carbono, se revela cada vez más frágil, y puede haber debates mucho más interesantes, para vuestra seguridad, que el de los auriculares”.

En fin, bendito ciclismo y menos mal que hoy llegan los Pirineos.

Foto, tomada del blog mildolores.

miércoles, 6 de julio de 2011

Rojas y verdes

Durante la presentación ayer de la Vuelta a Madrid –en un magnífico paraje junto al Pantano de San Juan-, nos lamentábamos de la escasa repercusión social que tienen nuestros grandes ciclistas en comparación con otros grandes campeones de tiempos no demasiados lejanos. O dicho de otra forma, la diferencia que puede tener en el trato mediático y popular un Alberto Contador respecto a un Miguel Indurain. Claro, que a mí me duele más aún el olvido que hay con respecto a un Oscar Freire que en otro país estaría en los altares.

Por ello, me agrada sobremanera el interés con el que se está siguiendo la lucha que está manteniendo desde hace tres días el murciano José Joaquín Rojas con el maillot verde. Y sobre todo su reflejo en los medios de comunicación… que ojalá trascienda a la calle. Hoy lo ha salvado por un puntito de nada, pero el resultado de esta batalla lo veremos el 24 de julio en París. Bueno, no exactamente: hay que analizarlo día a día ya que por esos extraños reglamentos de la UCI, cada día que vemos a Rojas en el podio equivale casi a una victoria en una prueba por etapas menor. Y no me refiero a la publicidad, sino a ese incomprendido e incomprensible baremo de méritos deportivos.

Hoy el Diario Vasco nos traía un interesante reportaje sobre la figura de José Joaquín en comparación con la de su malogrado hermano Mariano, con la ayuda del hombre que ‘descubrió’ a ambos, Manolo Saíz, aunque el director cántabro no desvela todo lo que hizo por el pequeño tras el fallecimiento del mayor, para que pudiera plasmar ese ciclista que llevaba en la sangre.

Sin embargo, lo que verdaderamente quiero recordar son dos manifestaciones efectuadas por el de Cieza este mismo año. Por un lado, a principios de temporada, cuando declaraba que "llevo unos años dando al palo y éste tiene que ser el gran salto como corredor". Pero por otro, lo que reconocía en la rueda de prensa posterior a los Campeonatos de España que ganó hace diez días en Castellón: "Siempre he dicho que no solo era un esprinter. Me siento más como un ciclista para carreras de un día como la de hoy y espero seguir mejorando en este aspecto”.

Y aunque hoy hayamos vibrado con él en esta llegada en Cap Frehel en la que sólo le han batido dos monstruos de la talla de ‘Cav’ y Gilbert, y que durante estas dos semana y medias le veamos en esa lucha por el punto a punto, en finales y sprints intermedios, el verdadero objetivo de Rojas es conseguir victorias en clásicas de todo tipo. La comparación con Jalabert no resulta descabellada, ni mucho menos.

Pero tampoco debemos olvidarnos de otras declaraciones del murciano, aunque algo más antiguas. “He corrido cuatro mundiales, dos en juveniles y dos en amateur, pero nunca he sido seleccionado como profesional”. En Copenhague debe ser uno de los fijos.

Nota: Justo en el momento que acabo de subir este post, me entero de la descalificación de Rojas en el sprint intermedio y, por tanto, la pérdida del maillot verde a manos de Gilbert. En fin, lo sucedido no debe cambiar ni una coma del espírutu de este texto.