jueves, 21 de febrero de 2013

Una prueba femenina que cambia para bien y otra que quizá debería hacerlo


Hoy ha sido la última ocasión que hemos tenido -aunque nos queda la final esta tarde- para ver una persecución femenina por equipos de tres corredoras. A partir de la próxima temporada –que empieza el lunes tras finalizar el Mundial, recordemos- esta especialidad se equipara a la masculina y las escuadras estarán formadas por cuatro corredoras.

Desde el punto de vista deportivo, es un indudable acierto ya que con cuatro integrantes son menos decisivas las individualidades y la prueba pasa a ser lo que dice su nombre, ‘por equipos’. Por el contrario, la medida perjudica a aquellas naciones con menos corredoras, y es que, a nadie se le olvide, el ciclismo femenino sigue siendo –salvo honrosas excepciones- el pariente pobre del masculino, que van a tener más dificultades para seleccionar corredoras, o incluso con fuertes diferencias entre ellas, por lo que se acusará más si cabe esa individualidad.

Por el contrario, la velocidad por equipos femenina seguirá con dos corredoras. En este caso, es una cuestión fisiológica ya que el esfuerzo de un 500 femenino es equiparable al kilómetro masculino. Incluir, por lo tanto, a una tercera corredora supondría que tuviera que cubrir una distancia agónica.

De todas formas, hay algo que no me convence de esta prueba que debería ser, como su nombre indica, por equipos, aunque ayer en Minsk vimos varios ejemplos de individualismo que afectan a la filosofía de la prueba.


Y es que algunas segundas corredoras ‘pasan’ de coger la rueda de su compañera de primera vuelta y se ‘chupan’ un 500 con un resultado quizá mejor que si hubieran seguido al estela, como mandan los cánones. Estas imágenes de Australia ayer, con Stephanie Morton ‘a su aire’ son el mejor ejemplo, pero no el único.

Insisto, es una apreciación personal y me gustaría que alguien me diera algún argumento, en pro o en contra. Pero de momento, algo no termina de cuadrarme en esta espectacular disciplina.

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