lunes, 8 de julio de 2013

Un día en las carreras, de BMX

A pesar de la fuerte competencia que suponía ver cómodamente por televisión las etapas pirenaicas del Tour de Francia –que no decepcionaron, precisamente-, de trasladarme hasta León a seguir la evolución de los más jóvenes ruteros en el Nacional escolar, o de desplazarme unos pocos kilómetros para seguir la que sería sobresaliente actuación de la selección en la Vuelta a Madrid, el fin de semana lo dedique a seguir ‘in situ’ los Campeonatos de España de BMX, en la que es la tierra prometida de esta disciplina, Alicante, concretamente en San Vicente del Raspeig. Y no me arrepiento.

El BMX es una disciplina curiosa, una de las ‘marías’ del ciclismo cuando comencé a dedicarme a este deporte hace ya algunos lustros, junto con el entonces denominado trialsín, aunque éste podía presumir de primera potencia mundial. El bicicross, sin embargo, fue premiado con la lotería con su elección como deporte olímpico desde Pekín 2008. Y sin duda fueron muchos los aficionados a nuestro deporte que jamás habían visto una competición de BMX pero que vibraron con el espectacular desarrollo de esta disciplina en Londres 2012. Pero eso fueron sólo un par de días antes de volver a caer en el olvido. El gordo no fue siquiera una pedrea.

La realidad del BMX, al menos en España, es muy distinta a esa que podría imaginarse con esa etiqueta olímpica ya que su estructura –por razones que no vienen al caso- se ha quedado estancada y ceñida a muy pocos puntos de la geografía española: Alicante, Talavera de la Reina, Almuñecar, Badajoz, Zaragoza, Terrassa, Mataró… y algunos pocos más (y que nadie se me ofenda si no le he mencionado).

Sin embargo, esta disciplina tiene algo especial, ya que en un solo evento podemos ver competir hasta chavales que se inician con 5 y 6 años, hasta ilustres veteranos que no se resisten a colgar la bicicleta, y que compiten con casi cincuenta ‘tacos’. Padres e hijos se juntan en unos programas quizás demasiado amplios para los espectadores no implicados, pero en los que podemos ver a esas futuras promesas, junto a las estrellas del presente y a esos expertos que sirven de guía, de orientación y de enseñanza, aunque como en todos los lados, esta influencia –mal canalizada- puede tener un componente negativo en un deporte que, según me contaban, echa en falta a técnicos cualificados en las diferentes escalas de la formación de los pilotos.

En todo caso, no deja de ser curioso que Cyrille Guimard, en su libro ‘Metido en carrera’, recomiende a los jóvenes que se inicien mejor en una escuela de BTT o de BMX –no muy numerosas, desgraciadamente, como decíamos-, que en una de carretera. No hace falta recordar lo que me decían hace un año algunos reputados ‘descenders’ sobre la conveniencia de que los ‘ruteros’ fueran más polifacéticos en su práctica ciclista, o incluso la procedencia de las pistas del BMX de algunos de los grandes campeones del ciclocross, como Sven Nys  y Zdenek Stybar, o un tal Chris Hoy, el mejor ‘pistard’ de la historia.

Y aunque la UCI apuesta por el formato Supercross en su Copa del Mundo, por su mayor espectacularidad, y ceñido exclusivamente a las categorías punteras, mantiene en el Mundial la fórmula tradicional, con el Campeonato oficial para élites y juniors, pero con la Challenge como complemento para las categorías de mayor y menor edad, y para el ‘cruiser’. Incluso el Campeonato de Europa se disputa con esta misma fórmula, aunque no en una sola ubicación, sino con seis sedes dobles que realizan pruebas para todas las categorías sábado y domingo.

¿Y que es eso del ‘cruiser’?, Pues una bicicleta de BTT, a grandes rasgos, menos nerviosa y más manejable que la BMX, que sirve para que puedan competir todos aquellos ‘mayores’ que aún desean seguir corriendo sin demasiados riesgos, pero también como segunda oportunidad para sumar un título para los pilotos de las principales categorías.

Básicamente esto fue lo que viví durante los dos días en San Vicente, el primero con una agradable brisa y el segundo con un calor intenso pero no demasiado pegajoso pese a estar tan cerca del mar. Un programa muy amplio en el que sólo eché en falta una mayor información por megafonía del desarrollo de las pruebas, ya que para un profano podía ser muy complicado el seguimiento, así como de los resultados, que tampoco se anunciaban. Incluso el tema de asignación de dorsales –que no viene al caso explicar- debería ser revisado, ya que genera bastante confusión: hoy me volvía loco a la hora de identificar a los corredores por el dorsal –muchos repetidos- en las fotos que tomé.

En cambio, el caótico desarrollo de la ceremonia protocolaria es algo tan habitual en tantas disciplinas ciclistas que no podemos considerarlo propio de este evento… salvo en esa extraña costumbre de posar con cuatro o cinco maillots distintos como agradecimiento a todos los patrocinadores..

Por lo demás, fue una experiencia digna de repetir, con algunos grandes momentos deportivos y extradeportivos –creo que es el único ciclismo en el que una madre puede consolar a su hijo por una mala actuación… cogiéndole en brazos-, un puñado de charlas e intercambios verdaderamente interesantes con gente que ama el BMX, y la alegría que supone ver en una sola categoría –la de 9 y 10 años- a más de cuarenta chavales en liza por un maillot, demostrando que hay futuro.

1 comentario:

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