No me envidia mucho la gente cuando les digo que pasado mañana me marcho para Albacete, a los Campeonatos de España de ciclismo. Comparada con la sede del año pasado, Cantabria, tiene a priori bastante menos atractivos que ofrecer, aunque intentaremos buscarlos en el poco tiempo que nos quede libre. Y deportivamente, los recorridos no ofrecen tanta variedad, tanta presencia de la montaña, la que muchos consideran la verdadera salsa del ciclismo. Y es que el nombre de la provincia no engaña desde su etimología: Al-Basit, la llanura.
No obstante eso no quiere decir que vayan a ser unos Campeonatos fáciles ni mucho menos aburridos. O al menos eso espero, que, recurriendo al tópico, son los ciclistas quienes hacen duros los recorridos. Aún recuerdo aquellas Vueltas a España de los años noventa cuando la etapa que finalizaba en Albacete estaba marcada en rojo por el peligro de los abanicos, tan magistralmente llevados a cabo por la ONCE, un equipo que echamos de menos por lo que significó, independientemente de su triste final ya con otras denominaciones y filosofías. No obstante, mi mayor recuerdo ciclista de Albacete –una ciudad de las que apenas puedo tener otros, ya que apenas he pasado una noche y algunas horas, siempre de paso- es la Vuelta de 1988 cuando el entonces imbatible Mathiew Hermans formaba parte de una escapada de seis ciclistas –entre ellos un todavía anónimo Claudio Chiappucci-, cayéndose ya en las calles de la localidad pero teniendo aún tiempo de levantarse, de alcanzar al grupo que no se quería creer ese regalo de la fortuna que al final no fue tal, y de ganar fácilmente. Era la quinta de las seis victorias que logró en la edición de ese año.
El segundo elemento a tener en cuenta en este Campeonato puede ser el calor. Aún siento como una pesadilla mis últimos Nacionales en estas tierras –concretamente en Ontur, en 2006- cuando las altas temperaturas originaron que se me rompieran mis dos móviles, uno de ellos de forma irremisible. No me olvido de que aquellos Campeonatos fueron un éxito de público y de ambiente, en una población que tiene una de las ‘clásicas’ del calendario nacional que, desgraciadamente, se encuentra de capa caída. Desde aquí, aunque me salga del tema, una reflexión para que el Gran Premio de Primavera vuelva a tener la importancia que tuvo en su momento. Y volviendo al presente, los pronósticos meteorológicos no son nada alarmistas, ya que apenas se superarán los treinta grados, una temperatura casi primaveral en estos lares.
Los Campeonatos comenzarán el jueves en Casas Ibáñez, capital de la comarca de La Manchuela, una tierra, dicen, diferenciada del resto de la provincia. El viernes nos iremos hacia el Oeste, a Villarrobledo, plenamente manchega, donde su vizcondado no tiene actualmente titular -¿le darán esta recompensa nobiliaria al ganador de la crono profesional o no sopesarán esta opción una vez que no estará presente Alberto Contador?-. Traslado a Hellín el sábado donde confiamos tener un recibimiento digno de la Tamborada de Semana Santa, fiesta de interés turístico internacional, aunque sea una población en la que el fútbol domina: los colores del escudo heráldico fueron tomados de la equipación del conjunto de balompié, a falta de una referencia mejor. Finalmente Albacete capital, donde el Campeonato de los pros se presenta más abierto que nunca –pese o quizás a las ausencias, entre los que debemos señalar al ciclista albaceteño más importante de la historia, Oscar Sevilla-, y donde posiblemente las navajas que tanta fama han dado a esta tierra salgan a relucir… deportivamente hablando.
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