Que Igor Antón sea el primer ciclista que abandona llevando ‘La Roja’ no deja de ser una anécdota que se recordará periódicamente, cuando otros ciclistas en su misma situación pasen por este amargo trance, por enfermedad, por lesión o incluso por no poder aguantar la presión de una carrera que devora incluso a sus hijos más ilustres. En definitiva, no deja de ser otra circunstancia más de este deporte, que conoce casi sin solución de continuidad los momentos más amargos junto a los más dulces.
En todo caso, hacía muchos años que la Vuelta no se quedaba sin líder en carrera. A pesar de que en 1999 Abraham Olano perdería el recién estrenado ‘oro’ por una fisura de costilla que había sufrido días atrás, en la ascensión al Angliru, el hoy director técnico de la Vuelta abandonaba justo el día después de que Jan Ulrich le arrebatara el maillot en Andorra, por lo que su caso no es el mismo. Por ello, debemos remontarnos hasta 1987, cuando Sean Kelly tuvo que dejar la carrera a tres días del final, a causa de unos forúnculos que llevaban martirizándole muchos días y que al final le derrotaron. En aquella edición el triunfo final fue para un Lucho Herrera que, para nada, fue un injusto vencedor. Y que, además, marco el hito de ser el primer –y hasta ahora único- ‘escarabajo’ que se ha impuesto en una de las ‘grandes’. Y al irlandés no le tocó esperar mucho para lograr el triunfo absoluto: lo conseguiría un año más tarde.
Mucho más dramatismo ha habido en el Tour de Francia, con abandonos ‘políticos’ –como los de Sylvere Maes en 1937 por la retirada del equipo belga o la de Fiorenzo Magni, en 1950, por el de la selección italiana-; ‘obligados’, como la expulsión de Michael Pollentier, por su intento de fraude en el control antidopaje tras conquistar su maillot amarillo en Alpe d’Huez, en la edición de 1978; dramáticos, como la caída de Luis Ocaña en aquella edición de 1971 cuyo destino final estaba escrito para Eddy Merckx; e incluso por etapas, las seis que duró Pascal Simon en 1983 sufriendo agónicamente con una fractura de omóplato, hasta que dijo basta y cedió el amarillo al debutante y futuro ganador Laurent Fignon.
En fin, de nada vale lamentarse, y como bien ha apuntado Igor Antón, lo importante es mirar hacia el futuro y esperar que el vasco tenga la misma suerte que Maes, Kelly y Ocaña y que pueda estar en disposición de tener como definitivo el próximo maillot que vista.
Y menos mal que no se ha recreado la guerra del ‘fair play’ que iniciaron Contador y Schleck en el pasado Tour de Francia, a pesar de que Vicenzo Nibali podría haber repetido el gesto de Merckx cuando renunció a vestirse de amarillo en 1991 tras la caída de Ocaña: “Tengo que pensar en los sponsors”. Asunto zanjado.
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