Nunca he entendido por qué hay personas para las que hacer una maleta supone un tormento que se inicia muchos días antes del viaje. En mi caso, y siempre que no salga de madrugada, suelo tener tiempo para hacerla en el mismo día. Más que la experiencia de años, me supone una gran ayuda una ‘checking list’ con todo lo que me suelo llevar en un viaje-tipo y de la que descarto lo que no me hace falta en función de la época del año y del destino. Una lista en la que los cachivaches electrónicos y un montón de cables –que si el conector de la cámara, que si el cargador de las baterías… pero sobre todo el imprescindible ladrón- son elementos obligados que debo repasar más de una vez. Siempre te olvidarás de algo, pero que no sea fundamental para tu trabajo.
Para diez días, la maleta tiene que ser bastante grande, algo que no importa demasiado cuando toda tu estancia va a ser en el mismo hotel. Pero en otras ocasiones procuras que su tamaño sea inversamente proporcional al número de desplazamientos que debas hacer. Porque acarrear una maleta por esos mundos de Dios, sobre todo en transporte público, es algo que no recomiendo a nadie.
Pensando ya en Dinamarca, hacia donde saldrá la primera expedición dentro de dos días, la maleta también debe disponer de un hueco bastante importante para la ilusión. Esa que compartimos todos –viajemos o no- de que Oscar Freire pueda conseguir ser el primer corredor de la historia que consiga cuatro ‘arco iris’. El circuito de Copenhague, llano pero muy nervioso, no es el mejor para sus condiciones como ciclista, aunque sí puede serlo para sus condiciones psíquicas, porque el de Torrelavega siempre se ha crecido en los momentos de dificultad. Y en los últimos meses las cosas no le han ido nada bien rodadas, aunque ayer en Walonia causó una buena e ilusionante impresión. Además, Cantabria está de moda, ¿verdad Cobo? Ojalá, pues, veamos brillar a Freire en las dos únicas subida del recorrido danés, la de la recta de llegada… y la del podio.
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