lunes, 26 de septiembre de 2011

Diario de un Mundial (y XII): Los cinco mejores detalles

Ha terminado ya el Campeonato del Mundo de Copenhague. Y aunque no llegó el ansiado cuarto título de Oscar Freire –y difícilmente lo hará en Limburgo, aunque ojalá me equivoque- hay buena serie de detalles positivos que me gustaría reflejar en este último post de la serie, antes de regresar hacia España.

Acostumbrados a reducir el Mundial a la prueba élite del domingo –a la que se le une, como mucho, la crono pro-, nos olvidamos de que hay otras categorías que también disputan su ‘arco iris’. En la tradicionalmente menos apreciada, la junior femenina, es en la que España ha logrado el mejor resultado, con el sexto puesto de Sheyla Gutiérrez y el decimotercero de Irene Usabiaga. Pero más que la clasificación, lo importante es que hay una gran generación que ojalá sirva para relanzar el nivel del ciclismo femenino. Y que a nadie se le olvide que tres de nuestras cuatro representantes son de primer año y que la campeona nacional, Eider Merino, una escaladora con mucho carácter, se quedó en casa por no tener opciones en este recorrido.

La organización del Campeonato fue más que aceptable. Bastante relajada en algunos aspectos, pero que permitía trabajar con comodidad, aunque la sala de prensa de las pruebas en línea estaba demasiado lejos de la llegada y las ‘shuttle’ previstas rodaban con dificultad. Eso sí, por encima de las organizaciones están las personas -¿o es al revés?- y siempre afloraba algún enterado, curiosamente dotado del peor de los aspectos germánicos que tienen –aunque no quisieran tener- los daneses. El Mundial se vivió con intensidad, pero no especialmente en las calles, donde el ‘ambiente’ fue cosa de los belgas, holandeses o noruegos que invadieron la ciudad.

Y es que la cultura de la bicicleta en la que Copenhague puede dar auténticas lecciones, no tiene por qué ser una cultura del ciclismo. Ver los muros de los edificios repletos de bicis apoyadas con un simple candado; o los parkings de las estaciones y de otros edificios públicos completamente saturados; o el sistema de préstamo gratuito con una simple moneda de una bicicleta tan sencilla como efectiva; o quedarse alucinado esos artilugios a modo de antiguo carrito de los helados, con una caja delantera en la que la madre o el padre mete a dos o tres retoños, incluso el capacho de un bebé, vestidos todos de calle, sin ninguna prenda ciclista especial –siquiera el casco-, llueva, nieve o haga frío, es algo que en España –desgraciadamente- pasarán muchos años para que se entienda. Y no hablo de que se aplique.

Volviendo a lo deportivo, poder convivir unos días con la selección es un auténtico lujo. No fue como el año pasado en Geelong, que por aquello de la adaptación nos supuso una estancia conjunta de más de diez interesantes días. Pero en estas tres jornadas y media hemos podido ver que ha sido un auténtico equipo a las órdenes de Oscar Freire. De todos ellos quiero señalar a Pablo Lastras –unos cuantos como él serían necesarios en el ciclismo por su claridad de ideas y por lo bien que vende ‘el producto’- y a Juanma Gárate –qué gran comentarista tendrá la radio o la televisión que le contrate cuando se retire dentro de, ojalá, muchos años, por lo bien que lee las carreras-.

Y no me quiero olvidar del gran ambiente entre los auxiliares, fundamental para ‘crear equipo’ con una despedida apoteósica y antológica a cargo del gran Tato. Gracias también a Angel, Alexander, Escámez, Iván, Mio, Torralba y Torron por vuestra compañía y vuestro trabajo.

1 comentario:

  1. Magnifica descripción de los mundiales compañero. Una pena que el sensacional trabajo en equipo de nuestra selección no se viese recompensado con una medalla que creo que tenía Freire en sus piernas.

    Un saludo y un honor comentar su post.

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