Tengo que reconocer que dispongo de bastantes pocos datos
sobre el tema y que supongo que no se puede hablar de una situación general
sino de la acumulación de casos particulares. Pero, en cualquier caso, el hecho
de que varios corredores se hayan quedado sin poder correr el Giro de Italia
por no tener un visado a tiempo para visitar un país en el que apenas se corren
tres etapas me parece lamentable. Para llorar o para reír, según se mire. Y
luego nos quejamos de la imagen de nuestro deporte.
Es posible que haya habido dejadez por parte de los
equipos a la hora de pedir los visados, postergando una petición que podrían
haber realizado con muchos meses de avance para que no les pillase el toro
diplomático. O que la ‘culpa’ sea de las Embajadas británicas en distintos
puntos del orbe que se han tomado esta petición como una cualquiera: si
llegamos a tiempo bien, si no, pues también. E incluso la organización del Giro
también puede ser responsable por no haber gestionado con las autoridades
norirlandesas algún tipo de ‘invitación’ para facilitar el trámite burocrático, que
en el fondo solo es eso: no hay trampa ni cartón en esta ‘inmigración’.
Insisto: hablo sin tener los suficientes datos, pero también con la indignación
que supone que se dé una situación –o una suma de situaciones, mejor dicho-
como esta en la segunda carrera mundial, en pleno siglo XXI y en un país que
presume de civilizado –o a lo mejor es precisamente por eso- como el Reino
Unido. Y no debe ser muy complicado de solucionar porque otros deportistas como
los futbolistas salen al extranjero casi todas las semanas y no viven esas
situaciones. Y supongo que en estos equipos habrá colombianos, kazajos o rusos,
como en los grupos ciclistas afectados.
Como siempre, no estaría mal que la UCI tomase nota y
propusiera al COI que habilitase una suerte de pasaporte deportivo, a imagen
del diplomático, que evitase estos lamentables vetos.
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