Corría el mes de mayo de 2009
cuando tuve ocasión de seguir el primer Campeonato de España de Ciclismo
Adaptado, en Puerto Lumbreras, cuya competencia organizativa correspondía a la RFEC,
si bien en el mismo participaron deportistas que, hasta ese momento, disponían
de licencias de diferentes Federaciones según su discapacidad (ciegos y
deficientes visuales, paralíticos cerebrales y discapacitados físicos), con una
clasificación dependiendo de sus distintas minusvalías. Se trataba del primer
paso –el más importante- para la integración del ciclismo adaptado dentro del
ciclismo ‘convencional’, siguiendo la acertada senda marcada por la UCI, y
aunque tuve algunos problemas para ‘adaptarme’ a las peculiaridades de las
distintas categorías, la experiencia me permitió conocer a deportistas como
Juanjo Méndez, Aitor Oroza, José Vicente Arzo, Amador Granados o Javier Otxoa.
Sin embargo, la persona que más
me impresionó en aquel evento que parece tan lejano fue Joan Palau, presidente de la FEDDF,
por el cariño con el que trataba a todos los deportistas y por acuñar una frase
que siempre he tenido presente desde entonces: “Estos han sido los Campeonatos
de la Normalidad”.
Han pasado ya casi seis años y el ciclismo adaptado es una
disciplina más de las que integran la RFEC y de aquella clasificación por
minusvalías se ha pasado a otra en la que no se tienen en cuenta éstas, sino su
‘influencia’ a la hora de pedalear, bien sea en bicicleta convencional o lo sea
en tandem, triciclo o handbike. Una línea que, por cierto, adoptará en un
futuro no muy lejano el Comité Paralímpico Internacional con otros deportes.
Sin embargo, la integración, la normalidad a la que aludía
Palau todavía no estaba reflejada en mi maillot de los campeones, en los que
faltaba aún la firma de los quince españoles que, desde 2009, han conseguido
vestirse con el ‘arco iris’ en pista o en carretera. Y aprovechando la cercanía
de Galapagar y la presencia de un buen número de estos ciclistas en el
velódromo descolgué el maillot.
Mi sorpresa, sin embargo, fue mayúscula al comprobar que
allí estaba como invitado Javier Otxoa, un hombre cuya admiración tiene que ser
proporcional no a su desgracia sino a su superación. O Jaume Morales, antiguo
piloto de tándem, al que un accidente laboral ha relegado a la clase C3. De
momento nos dice que “van muy deprisa”, aunque seguro que el catalán, que
también destacó como master, logrará llegar a lo más alto. Por cierto, en
Galapagar estuvo acompañado de su compañero de tandem y amigo David Blanco con
el que logró el Mundial contrarreloj en 2010.
Todos ellos me lo firmaron, lo mismo que Juanjo Méndez,
César Neira, Alfonso Cabello, Eduardo Santas, Amador Granados –que agradeció
compartir su firma con otros campeones como Freire, Indurain o Llaneras, “pues
todavía hay mucha gente que no nos considera igual como deportistas”-, Carlos
González y Noel Martín, cuyo estreno ‘arco iris’ no fue tan positivo como
hubieran deseado. Y a los que me faltan, caso de Roberto Alcaide, Aitor Oroza,
Christian Venge, David Llauradó o José Diego Jara espero que honren el maillot
con sus firmas el próximo mes de mayo en Ciudad Real, en los Nacionales de
carretera.
Y sobre todo, que en un futuro no muy lejano se unan otros
deportistas ejemplares que –posiblemente como todos- merecen su hueco entre los
más grandes, ¿verdad Raquel, verdad Maurice?
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