Anoche estaba dispuesto a no escribir ni un solo comentario en relación a la ‘cadena’ de acontecimientos sucedidos entre Contador y Schleck, desde Balès, hasta las primeras manifestaciones del madrileño nada más cruzar la meta, terminando con ese vídeo seminocturno de disculpa.
Y es que pensaba que ya se había dicho todo al respecto: opiniones acertadas, interesadas, tergiversadas, de auténtica mala fe, de relleno descarado e incluso del ‘no sé pero contesto’. Una vez más, voy a recurrir a ese cuento que me gusta tanto del padre, el hijo y el burro… y que cada uno saque las conclusiones que quiera y que pueda.
Pero al final, no me he resistido a dejar pasar la ocasión de poner mi granito de arena. No sobre lo sucedido, sino sobre el comportamiento de Alberto Contador. Y es que el de Pinto siempre ha querido siempre marcar diferencias con otros campeones de antaño, para los que ganar estaba por encima de todo. Ciclistas cuya rivalidad con sus coetáneos primaba por encima del más mínimo atisbo no sólo de amistad, sino siquiera de cualquier tipo de relación: Coppi y Bartali, Anquetil y Poulidor, Merckx y Ocaña, Fignon y Lemond… Y aunque pudieran existir ‘gestos’ –el famoso bidón de los dos italianos, el amarillo al que renunció el ‘Canibal’ precisamente en Luchon…-, el fondo de querer ganar estaba por encima de todo. Solamente Indurain, con su imagen de ‘hombre tranquilo’ daba la impresión de no querer buscarse problemas con nadie.
Contador se ha empeñado en dar una imagen más humana… y se ha equivocado. Por toda la razón que tuviera en decir lo que dijo sobre el fair play en Spa, estas palabras eran como una ‘daga’ en manos de los que nunca olvidan. Y ayer han intentado clavársela. Por mucho que ayer el ya líder del Tour se disculpara por dos veces, de forma innecesaria e incluso contradictoria.
Lo que es cierto –coincido con Juanma Trueba en AS- es que esta historia le va a quitar cosas más importantes que ese medio minuto que logró en meta. Pero no tiene por qué ser malo, todo lo contrario: ojalá se dé cuenta de que en este deporte –en la vida, también- no es necesario quedar bien con todo el mundo, y que de algunas cosas, cuanto menos se sepa, mejor: una disculpa privada con Andy, sin que nadie se entere, podría haber sido suficiente. Y que en el deporte, tan importante como el fair play es ganar, si no más. Y que me perdonen los puristas del espíritu olímpico. Aunque en el fondo, si el domingo en París Contador gana con más de un minuto de ventaja, lo sucedido ayer pasará al archivo de las historietas y batallitas del Abuelo Cebolleta, que recordaremos sólo en fechas señaladas y aniversarios.
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