Muchos medios informativos han aprovechado la etapa de hoy con final en Gap para recordar lo sucedido hace siete años justos, cuando una caída en el descenso de la cota de La Rochette –en este mismo recorrido- sepultó para siempre las aspiraciones de Joseba Beloki en el Tour, tras haber sido podio en las tres ediciones anteriores, incluyendo la ‘plata’ el año anterior. También recordamos el arriesgado descenso de Lance Armstrong campo a través para sortear al guipuzcoano, sin sufrir el más mínimo percance. La suerte de los campeones… que le ha abandonado definitivamente en este 2010.
Pero lo que nadie ha recordado es que en este mismo trazado encontrábamos, casi de salida como entonces, un puerto llamado Laffrey en el que Luis Ocaña comenzó a tejer su leyenda, mezcla de heroísmo, genialidad y desgracia. Para mi, decir Ocaña es decir ciclismo. Del conquense tengo mi primer recuerdo ciclista –las imágenes de Anoeta en la crono final de la Vuelta a España en 1970, en la única edición que ganó- y la primera gran alegría que me dio este deporte precisamente cuando me enteré horas después en el telediario de su gesta en Orcieres Merlette, final de aquella etapa –y cuyo nombre dirá mucho más a los aficionados, en la que se atravesaba ese puerto desconocido y olvidado, pero seguro que de imborrable recuerdo para los protagonistas de aquel día, caso de Joaquim Agostinho, Eddy Merckx, Gosta Petterson, Bernard Thevenet, Joop Zoetemelk o Lucien Van Impe.
Ocaña tuvo la desgracia –el mismo lo reconoció en vida- de ser considerado medio francés en España y medio español en Francia, aunque jamás quiso renunciar a su nacionalidad. Además, su carácter desbocado y sus filiaciones políticas lepenistas, ya retirado, no contribuyeron precisamente a darle una aureola de mito de las que otros muchos pavonean, con bastantes menos méritos.
Fue Agostinho el que atacó en aquel puerto, ataque al que respondió Ocaña, así como los capos de aquella edición. Pero el español, como no se había visto desde los tiempos de Coppi, fue descolgando a todos sus rivales, primero en esa cima, luego en Noyer, donde se quedó solo para realizar, majestuoso, la ascensión final, llevándose la etapa con 5-42 sobre Van Impe y 8-42 sobre el resto de sus grandes rivales, entre ellos el ‘Canibal’. Más de 60 corredores tienen que ser repescados del fuera de control.
El resto de la historia es sobradamente conocido. Cuatro días más tarde, Merckx lanzaba un ataque desesperado camino de Bagneres de Luchon, en una carretera en pésimas condiciones por la lluvia, sabedor que sus opciones pasaban por no dejar escapar la más mínima oportunidad. Ocaña se cebó y en un peligroso descenso de aquel puerto de Mente de infausto recuerdo daba por dos veces con sus huesos en el suelo, era arrollado por otro ciclista… y terminaba en el hospital. Merckx –con el que precisamente no guardaba una buena relación y más en aquel Tour- no quiso vestirse de amarillo como homenaje al campeón caído. Pero lo cierto es que en el palmarés de aquella edición figura el nombre del ‘Canibal’ y no el del español.
Y es que la relación Ocaña-Tour no fue precisamente un romance, sino más bien una tragedia, pese a la espectacular victoria en 1973, adornada con seis etapas, alguna de ellas tan mítica como la de Les Orres, de la que ya hablaré algún día: abandono por caída en 1969, enfermo en 1970, adiós escupiendo sangre en 1972, ausente en 1974 por lesión unos días antes del inicio del Tour, o retirada por un forúnculo en 1975. Corrió sin problemas las dos siguientes ediciones… pero ya era una sombra del que había sido.
En 1994 puso fin a su vida suicidándose, por sus problemas personales, de salud y económicos. Todo ello no resta un óbice a la categoría y al mérito de uno de los grandes ciclistas españoles de la historia, y posiblemente junto a José Manuel Fuente el más espectacular. Y, desde luego, el ‘culpable’ de que ahora mismo esté escribiendo estas líneas.
Una vez mas la tragedia y el drama se entrelazan en las vidas de estos intensos deportistas.
ResponderEliminarGracias por darnos a conocer estos episodios. Nunca se para de aprender.
Ocaña no me caía nada bien, pero debio ser un gran corredor. Espero que nos cuentes más sobre él
ResponderEliminarSi no te caia bien es porque no le conocias. Igual que de niños no nos caia bien Bahamontes, solo podiamos ver a Loroño, con el tiempo conocimos bien a Bahamontes y le admiramos. Ocaña vino de una juventud y niñez superjodidas. Emigrante con sus padres en el Pirineo, enfermo de tuberculosis empezó a correr en Moint Marsan en en Aviron Bayonais, creo. Gano una dubida al Mont Faron como aficionado con mejor tiempo que casi todos los profesionales, Poulidor y Pingeon reciente vencedor del Tour,(escribo de memoria). Gano una vuelta al Bidasoa en una etapa que salia de Pamplona y los Fagores le dejaron porque " donde va ese loco a esta distancia de la meta" llegó solo a pesar de ponerse todos como locos a tirar en cuanto sacó algo de ventaja. Al dia siguiente Machain le fichó para el Fagor profesional que iba a sacar al año siguiente con Perurena Lasa, Errandonea, Mendiburu, Otaño , etc .Creo que se suicidó por el sida que contrajo por las transfusiones de sangre a raiz de un accidente ce coche, un campeón.
ResponderEliminarhttp://hemeroteca.elmundodeportivo.es/preview/1974/03/22/pagina-29/939511/pdf.html?search=ocaña mont faron
Gracias por tu defensa de Ocaña. Como ves en el artículo, para mi ha sido algo más que un ídolo. No creo que tuviera sida, pero si hepatitis C por culpa de esas tranfusiones, como bien dices. Y un montón de problemas económicos, de relación con su familia (mujer e hijo). Pero lo que siempre nos quedará es un puñado de bellas páginas de ciclismo como esa gesta de Orcieres-merlette o cualquiera de sus etapas de 1973... donde fue el único corredor que se cayó en la primera etapa cuando un perro se cruzó con el pelotón.
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