Es una lástima que el vocablo castellano apestado –en su acepción de contagiado por la peste- se diga exactamente igual en gallego, ya que me iría de perlas un vocablo más ‘galego’ para titular este post. No obstante, su inexistencia no afecta de ninguna forma ni a su contenido, ni mucho menos al reconocimiento que quiero hacer a ese grupo de profesionales –deportistas y auxiliares, casi en su totalidad gallegos- que, a fecha de hoy, tienen un futuro muy negro –más bien su presente, dada las alturas de año en que nos encontramos- simplemente por haber estado expuestos a un mal: el mal sitio, en el mal momento. Por estar, como están viviendo, apestados. Que lejos queda ya aquel inicio del mes de septiembre cuando eran unos verdaderos héroes por su comportamiento en el campo de batalla.
Con el nombre genérico de peste se conocen a distintas enfermedades infecto-contagiosas, entre las que se destaca la peste negra o bubónica, que asoló Europa en el siglo XIV, causando la muerte de más de un tercio de la población. Ratas y pulgas actuaron como vectores para el contagio, del que no se libró ninguna clase social: la nobleza pensaba que, simplemente por serlo, era inmune al mal, cuando en las despensas de sus castillos pululaban los mismos roedores infectados que en las cloacas de las incipientes ciudades. Otros creyeron que la forma de evitar la enfermedad era la huida: y con este comportamiento la peste fue, geográficamente hablando, más desvastadora aún.
Algunos deben temer que la historia se repita. Y creen que lo mejor es dejar a nuestros ‘apestados’ en casa, que no emigren, pensando que pueden contagiar otro mal que no sea el de su combatividad. ¿Verdad Serafín, verdad Gonzalo? O el de sus ganas de labrarse un porvenir, ¿no es cierto Marcos, José Antonio? O incluso sus resultados, ¿miento, Gustavo? En fin, ya tenemos una segunda generación de apestados tras aquellos que se quedaron en el limbo jurídico, en aquel Puerto.
En gallego, en cambio, existe otro vocablo, de origen portugués, ‘fedorento’ que se corresponde con la acepción de apestado como sinónimo de apestoso. Y que haya ciertas historias ‘fedorentas’ en Galicia, no quiere decir que nuestros protagonistas lo sean, aunque ya les hayan colgado la campanilla –como a los afectados por la otra gran enfermedad medieval, la lepra- para avisar de su presencia e implorar la caridad.
Imagen: “El triunfo de la muerte”, una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel ‘El Viejo’.
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