Decía en
el primer capítulo de esta serie que el mundillo ciclista está lleno de
antiguos corredores que ejercen como directores deportivos o auxiliares. Y
nuestro protagonista de hoy, también, aunque su misión es completamente
distinta a la de cualquier otro, por lo que le he elegido como ejemplo de
reconversión. No en vano, es el seleccionador nacional de ciclismo adaptado,
después de haber trabajado algunos años como responsable del programa de
tandems de la ONCE. Se trata, claro está, de Félix García Casas.
Profesional desde 1993 hasta 2003, ‘Trampas’ –ese
apodo ciclista que tienen casi todos los corredores- fue un notable escalador,
muy regular en las grandes vueltas, aunque le faltó ese triunfo para rematar su
paso por la máxima categoría del ciclismo. Y como todo profesional, tuvo que
afrontar la difícil salida (o entrada) al mundo laboral tras su periplo
ciclista. Durante algún tiempo estuvo en el Aula Ciclista de Tres Cantos, aunque
su destino cambió en 2007, concretamente a partir del 1 de septiembre.
Y es que en aquel año, Faustino Rupérez dejaba
su puesto como técnico de la Federación Española de Deportes para Ciegos (FEDC)
y García Casas estuvo en el lugar adecuado y en el momento adecuado. “Me enteré,
se establecieron contactos y después de pedir referencias sobre mi, me
propusieron. Sin embargo, tuve una entrevista con el presidente de la FEDC y no
hizo nada más que plantearme problemas, que ponerme en aviso sobre las muchas dificultades
que iba a encontrar. Entonces le dije que si me hubiera propuesto venir a pegar
sellos, ya me habría ido, que lo que me atraía era el reto”. En ese momento el
puesto era suyo.
Félix recuerda su primer día de trabajo
“porque llegué a la sede del Paseo de la Habana y el vigilante me preguntó
quien era, sin querer dejarme pasar porque no sabía nada. Al final entré, me
instalaron en un despacho… y a empezar de cero, ya que nadie me explicó nada.
En esos primeros meses tuve que buscarme la vida en casi todo, pero aprendí
muchísimo”.
Deportivamente, fue distinto. “Pedí asistir a
una concentración con Faustino para aprender, pero sólo me dejaron ir un par de
días. No obstante a nivel deportivo todo estaba bien encauzado y solo tuve que
continuar su trabajo. En cuanto a los corredores, encontré que eran unos
auténticos profesionales, que no tenía mucho que enseñarles en este sentido”.
Su primera gran prueba de fuego fueron los Juegos Paralímpicos de Pekín, donde lograría
una medalla de oro y otra de plata, ambas con el tandem formado por Christian
Venge y David Llauradó.
Aquella etapa con la ONCE acabó… pero con un
salto adelante, al integrarse en la UCI todo el programa de ciclismo adaptado
que estaba repartido en tres Federaciones distintas –ciegos, paralíticos
cerebrales y disminuidos físicos-. Un proceso que también se reprodujo en la
RFEC, y que en su caso se plasmó en asumir el cargo de seleccionador nacional,
en 2009. “Era un tema que se veía venir y en el que se puso mucho empeño por
hacerlo lo mejor posible, pero que es una función muy distinta, con mucha más
carga de trabajo. Igualmente aquí se piensa más en el alto rendimiento,
mientras que en la FEDC se hacía más hincapié en la promoción”.
Problemas
de la logística y la gestión
En estos casi cuatro años de trabajo, lo que
más quebraderos de cabeza le ha traído y le sigue trayendo “es todo lo relativo
a la logística. La organización de un desplazamiento es de locos, entre los
envíos por mensajería, la facturación, los enlaces… Hasta que no estamos todos
en el avión no descanso. Todo el trabajo de gestión te lleva muchísimo tiempo”.
Igualmente reconoce que “el cambio de las antiguas categorías funcionales a las
nuevas nos causó muchos problemas, y como ya dije, en algunos casos nos ha
perjudicado, pero no en otros”.
A nivel concreto, reconoce que ha pasado malos
momentos, “como cuando Juan Emilio tuvo un ataque de ansiedad en Canadá y
pensábamos que era un infarto o con el accidente de Juanjo Méndez en Roskilde,
por la incertidumbre de no tener noticias durante mucho tiempo”, pero en
general se queda con los grandes momentos de unos deportistas que “salvo
algunas excepciones, no tienen nada que aprender en lo que respecta a su
profesionalidad”.
Por el contrario, “la experiencia humana es lo
más gratificante de este trabajo. Tengo muchos grandes momentos, aunque
posiblemente me quede con el momento en que vi en la villa paralímpica, en
Pekín, a un deportista doble amputado de brazos comienzo con unos palillos con
los pies. Esta gente es fantástica y tiene una capacidad de adaptación y
superación increíble, que debe ser un ejemplo para todos”.
Por ello, el madrileño no duda en la respuesta
cuando se le pregunta si dejaría el ciclismo adaptado por la dirección de un
equipo ‘normal’. “Ahora mismo, no, así de claro. Tengo la suerte de que me
gusta lo que hago”. Y, además, se le nota y te lo contagia.
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