Que el ciclismo ha sido un deporte salpicado de polémicas
y de trampas desde sus inicios es algo que no se nos debe olvidar nunca,
incluso en estos momentos marcados de forma tan negativa y preocupante por el
‘caso Armstrong’. Quizás estos escándalos sean consecuencia de su propia
grandeza, de su rotundo éxito como deporte popular y de la confluencia de dos
factores como la imposibilidad de aplicar una vigilancia permanente que
desanime definitivamente a los tramposos, y del rigor del ciclismo en
autocastigarse, a veces de forma excesiva y a destiempo.
Hoy -30 de noviembre- es un buen momento para recordarlo
ya que se cumplen exactamente 108 años de la decisión tomada por la Unión
Velocipédica Francesa de descalificar a los cuatro primeros clasificados del
Tour de Francia de 1904… cuatro meses después de terminada la prueba. No hubo
–como sucede actualmente- demasiada celeridad a la hora de dictaminar sobre
unos hechos que hoy parecerían meramente anecdóticos, ya que muchos fueron
causados por aficionados, aunque seguidores de los ciclistas. Algo que hoy se
podría equiparar al tan denostado ‘entorno’.
Todo empezó con el derribo de unos enmascarados en coche a
los dos grandes favoritos en la primera etapa, Maurice Garin y Lucien Pothier.
Posteriormente se sucedieron todo tipo de venganzas y revanchas: bloqueo y
retenciones a corredores para favorecer a sus ‘ídolos’, intentos de agresiones
y apedreamientos, carreteras sembradas de tachuelas o cristales rotos, llevar a
ciclistas a la estela de vehículos motorizados o acompañados de otros ciclistas…
Igualmente se denunció el avituallamiento irregular, algo que algunos
equipararon a ¡un dopaje!
Unos incidentes que, sin embargo, tuvieron una repercusión
tan negativa sobre el ciclismo y sobre el Tour que estuvo a punto de acabar con
la prueba, como anunció el propio Henri Desgrange… que luego rectificaría,
aunque cambiando el sistema de competición –por puntos, algo que
afortunadamente no cuajó-, comenzando a crear esa imagen de deporte de
supervivencia.
No debemos olvidarnos que 29 de los participantes fueron
descalificados, algunos de ellos a perpetuidad, entre los que estaba Maurice
Garin, ganador de la primera edición y mejor corredor de esta segunda… antes de
su sanción, que luego le sería conmutada por una pena de tres años.
Y para terminar con los paralelismos, decir que el ganador
de aquella edición, Henri Cornet –un veinteañero que en realidad se llamaba
Jardy, aunque no se conoce realmente por qué quiso ocultar su verdadera
identidad- recibió fuertes críticas, tanto de aficionados como de sus propios
compañeros de pelotón, al encontrarse con esa victoria de rebote que él nunca
pretendió.
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