Con la mente todavía embotada sin poder asimilar la trágica
noticia, y buscando datos para esa reseña que jamás hubiera querido escribir,
descubro en su página web que ‘La sangre de los inocentes’ era uno de sus
libros favoritos. ¡Que cruel ironía del destino de uno de los grandes de la
historia del BTT español, pero sin duda un ciclista marcado por la mala suerte.
Con la herencia de la clase de su tío Marino y el pundonor
de su padre, Ismael, estaba claro que Iñaki tenía que ser ciclista (*). Y de
los buenos. Y aunque era un notable ‘biker’ como cadete y juvenil, le conocí como
‘carretero’, cuando obtuvo la medalla de bronce en el Campeonato de España
contrarreloj de Murcia 2000, y volví a coincidir en el Mundial de Lisboa 2001,
en el que participó en la prueba contra el crono.
Pero ya estaba decantado claramente hacia la BTT: en esos
meses ya había logrado dos ‘arco iris’ como juvenil: el primero en el ‘team
relay’ de Sierra Nevada, junto a Roberto Lezaun, José Antonio Hermida y Marga
Fullana; el segundo de forma individual, en Vail (Estados Unidos), uno de sus
circuitos favoritos, en los días posteriores al desastre del 11-S.
La carretera quedaba descartada, salvo como forma de
entrenamiento ante las grandes citas… y para desgraciados episodios como el de
hoy, que ya no tienen vuelta atrás.
Sin embargo, jamás pudo volver a alcanzar sus éxitos de
juvenil, ni en sub23 ni como élite, por culpa de diversas lesiones y
enfermedades, que en su carácter –reservado pero sincero- jamás quiso poner
como excusa, dando lugar incluso a algún malentendido. A nivel nacional se estrelló en su asalto al
‘rojigualdo’, aunque podría haber podido presumir de seis podios en estas dos
categorías; a nivel internacional recuerdo esa amarga ‘medalla de chocolate’ del
Mundial de Les Gets, pero también ese excelente octavo lugar del Mundial de Val
di Sole que le volvió a poner por el buen camino, ratificándolo dos meses más
tarde en los JJ.OO de Pekín, con el diploma olímpico.
No pudo repetir en Londres por esa lesión, pero estaba
seguro que sería protagonista en Río de Janeiro, dentro de cuatro años, aunque
este desgraciado 2012 aún le depararía otra mala noticia, en forma de la
desaparición de su equipo de toda la vida Orbea, el tema de nuestra última
conversación tuitera.
Desgraciadamente aún faltaba la peor, la que ni podíamos
imaginar, la que llegaba en la mañana de hoy. Nos has dejado muy pronto, Iñaki,
pero tu gran recuerdo estará siempre con nosotros.
(*) No me olvido de
una tercera influencia, posiblemente mucho más decisiva, la de su pareja y
entrenadora, Naiara, que siempre estuvo a su lado, ayudando a la persona,
modelando al campeón. ¡Un fuerte abrazo!
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