Si hace unos días, escribía que echábamos en falta a Orbea
en las carreteras y en los caminos, hoy, en el tradicional inicio de la campaña
española en Palma de Mallorca, no puedo sino acordarme del equipo Andalucía. En
este caso no se trata del simple cambio de estrategia de un patrocinador, sino
de la desaparición pura y dura de una formación que en apenas ocho años de vida
se había convertido en un clásico del ciclismo nacional, no sólo por ese primer
equipo, modesto pero tremendamente combativo, sino por esa estructura de base,
piramidal, con formaciones sub23 y juniors, que debería ser básica en el
ciclismo.
Andalucía ya no existe hoy, ciclísticamente hablando.
Durante todos estos últimos meses hemos ido conociendo –con cuentagotas, por
Radio Macuto, pero con una tremenda realidad- las vicisitudes del conjunto
andaluz. Primero la imposibilidad de sacar la formación profesional con ese
esquema de las últimas campañas. Y luego, con ese sueño de seguir –para tomar
nuevo impulso de cara al futuro- en la categoría continental, que se ha ido
diluyendo día a día. Y aunque no media comunicación oficial por el momento,
todos sabemos qué es el fin y, las oscuras razones que lo alimentan.
Una vez más, promesas políticas, más promesas y pocas
realidades. Ninguna en este caso, jugando incluso con las personas. En fin,
Andalucía ya no está en el pelotón y aunque siempre quedará la ilusión de una
resurrección, casos como el de Galicia nos dicen que los sueños, sueños son.
En cualquier caso, gracias por estos ocho años de
ciclismo.
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