Su origen no es tan político-periodístico como el de la
‘Ronde’, al que ya me referí hace unas semanas, ni tampoco ligado a la
promoción que quiso hacer Theodore Vienne de sus industrias y su velódromo con
una carrera que uniese la céntrica París con la olvidada Roubaix.
Nació en 1966 simplemente como un proyecto de dos
holandeses, Ton Vissers y Herman Krott -en la imagen-, vinculados al ciclismo como
organizadores de pruebas menores y gestores de equipos deportivos, que crearon
una empresa llamada Inter Sport para organizar, a lo grande, una carrera que transcurriera
por todo el país, con el rimbombante nombre de Amstel Gold Race, y no vinculado
al río holandés sino a la empresa cervecera, que apoyó la idea desde el principio…
quizá porque Krott era comercial en esta firma, lo que posiblemente le abrió
las puertas de este patrocinio
Una prueba que se iba a disputar el día de la fiesta
nacional holandesa uniendo Ámsterdam con Maastricht, sobre 280 kilómetros. Pero
los inicios no fueron precisamente halagüeños, y se relatan de forma
interesante en la versión inglesa de Wikipedia sobre la carrera. Básicamente se
dieron cuenta de que, al trazar el recorrido, se iban a ir muy por encima del
kilometraje previsto, por lo que se vieron obligados a cambiar el trazado,
pensando en Rotterdam como inicio alternativo… que se vieron tuvieron que
descartar al no tener permiso para utilizar el puente que daba salida de la
ciudad.
Al final, desde Breda hasta Meersen… aunque protestas sociales
de carácter hippy-anarquista, por un lado, y de carácter monárquico-nacionalista,
por otro, en desacuerdo con que la princesa Beatriz de casara con un alemán,
estuvieron a punto de frustrar el nacimiento de la clásica, aunque se salvó in
extremis, justo cuando se iba a dar una rueda de prensa para anularla. Eso sí,
seguro que los organizadores brindaron con una Amstel al término de aquella
primera edición, que tuvo como vencedor a un ciclista irrepetible como Jean
Stablinski, campeón cuando se le exigía, pero gregario excepcional si se le
necesitaba.
En este casi medio siglo de vida, la Amstel ha tenido
numerosas vicisitudes, principalmente referidas a su recorrido, hasta que quedó
definitivamente dibujado en la provincia de Limburgo, la más ciclista de todo
el país, en ese apéndice holandés que penetra en Bélgica y que fue protagonista
del pasado Campeonato del Mundo. Eso sí, Amstel ha sido siempre un fiel
patrocinador de la prueba, demostrando que cerveza y ciclismo casan muy bien.
Por cierto, Inter Sport abandonó muy pronto la organización de la clásica, aunque
Krott –que falleció en 2010- continuó algunos años más en solitario y siempre
como alma de la prueba, ahora en manos
del ex profesional Leo Van Vliet.
Deportivamente se ha consolidado como una de las grandes
clásicas de primavera, con un palmarés de excepción en el que se destaca el
nombre del holandés Jan Raas, quíntuple vencedor, lo que le valió a la prueba
el sobrenombre de Amstel Gold Raas. Desde 1989 está integrada en la Copa del
Mundo y en el UCI WorldTour, primero como remate de las pruebas de las Ardenas;
desde hace algunos años, como lógica transición entre las clásicas de los pavés a las
de las cotas. Pero si algo distingue a la prueba limburguesa es ser la más
pestosa de todo el supercalendario internacional, no sólo por las cotas que jalonan
el recorrido –hasta 33 en esta edición- sino por los continuos cambios de
carreteras, en su mayor parte muy estrechas, con un sinfín de cruces y giros
que aburren al más pintado.
Pero lo que realmente marcaba el desarrollo de la prueba
es el Cauberg, el mítico repecho en el que finalizaba la prueba desde 2003, lo
que reducía bastante los posibles desenlaces finales… aunque Oscar Freire
estuvo a punto de hacernos soñar el año pasado con un inesperado pero bien
trazado ataque a falta de una decena de kilómetros. Por ello, el cambio en la
línea de meta, tomando como referencia el último Mundial, ha sido acogido muy
favorablemente por casi todos, a tenor de que abre –y mucho- las opciones
tácticas de cara al desenlace de la prueba. La llegada tampoco será exactamente
la de septiembre, ya que entonces estaba en un descampado para favorecer la
colocación de las megaestructuras del evento; ahora está un poco más lejos,
1.800 metros después de haber coronado el Cauberg, en la ‘pedanía’ de Berg en
Terblijt, más o menos donde acabó el Europeo de 2006.
El recuerdo del Mundial se acrecentará porque también ha
cambiado la parte final, afrontando antes de esa subida definitiva las dos
cotas que se transitaron entonces, Geulhemmerberg - 1.000 metros al
6%- y Bemelerberg - 1.200 metros al 4,1%-, pero no deberíamos olvidarnos de que aquel día el viento fue un molesto invitado, y que el desenlace no fue el mejor
para la escuadra nacional… a pesar de la medalla de Valverde. Quizá entonces
comprendimos por qué no hay todavía ningún español en el palmarés de la prueba.
Ojalá se pueda brindar –con una Amstel- el próximo domingo porque esto haya
cambiado.
PS: Por
cierto, muy cerca de la base del Cauberg, en Valkemburg, está el impresionante
Amstel Gold Race Experience, un lugar difícil de definir y catalogar, entre bar, museo y
biblioteca, pero imprescindible si te gusta el ciclismo, y en donde la UCI
ubicó su centro de acreditaciones en los pasados Campeonatos del Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario