La inminente celebración de la Copa del Mundo de ciclismo adaptado (o paraciclismo) en Cuéllar, Segovia, ha vuelto a traer a un primer plano una denominación errónea, y desgraciadamente muy difundida, de esta disciplina: ciclismo paralímpico. Y es que este nombre se debe aplicar única y exclusivamente a las competiciones que se desarrollan en unos Juegos Paralímpicos, cuya última edición fue el pasado mes de septiembre en Londres. Y que no volveremos a poder utilizar correctamente hasta Río de Janeiro 2016.
Y es que englobar estos eventos con la etiqueta de
paralímpico sería lo mismo que llamar olímpicos a los Mundiales de Florencia o
a la Copa del Mundo de Vallnord, por ejemplo, por la simple presencia del ciclismo
en carretera o del mountain bike en el programa de los Juegos Olímpicos.
Hay una explicación histórica a esta confusión. Y es que
hasta hace algunos años el ciclismo adaptado no estaba integrado en la UCI ni
en las federaciones nacionales, sino que dependía de distintas entidades en
función de la discapacidad: ciclismo para ciegos, paralíticos cerebrales o
discapacitados físicos. Y en esta diversidad, el Comité Paralímpico Español
ejercía como aglutinador de todas ellas. El adjetivo paralímpico nacía, pues
del CPE, y no del ciclismo como disciplina.
La UCI, hasta la integración, utilizaba la denominación
‘handicapés’, es decir, discapacitados, aunque actualmente habla en sus
reglamentos de paracycling o paracyclisme, que se traduce fácilmente por paraciclismo,
aunque la denominación reglamentaria en castellano sea ciclismo adaptado.
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