A pesar de la fuerte competencia que suponía ver
cómodamente por televisión las etapas pirenaicas del Tour de Francia –que no
decepcionaron, precisamente-, de trasladarme hasta León a seguir la evolución
de los más jóvenes ruteros en el Nacional escolar, o de desplazarme unos pocos
kilómetros para seguir la que sería sobresaliente actuación de la selección en
la Vuelta a Madrid, el fin de semana lo dedique a seguir ‘in situ’ los
Campeonatos de España de BMX, en la que es la tierra prometida de esta
disciplina, Alicante, concretamente en San Vicente del Raspeig. Y no me
arrepiento.
El BMX es una disciplina curiosa, una de las ‘marías’ del
ciclismo cuando comencé a dedicarme a este deporte hace ya algunos lustros,
junto con el entonces denominado trialsín, aunque éste podía presumir de
primera potencia mundial. El bicicross, sin embargo, fue premiado con la
lotería con su elección como deporte olímpico desde Pekín 2008. Y sin duda
fueron muchos los aficionados a nuestro deporte que jamás habían visto una
competición de BMX pero que vibraron con el espectacular desarrollo de esta
disciplina en Londres 2012. Pero eso fueron sólo un par de días antes de volver
a caer en el olvido. El gordo no fue siquiera una pedrea.
La realidad del BMX, al menos en España, es muy distinta a
esa que podría imaginarse con esa etiqueta olímpica ya que su estructura –por
razones que no vienen al caso- se ha quedado estancada y ceñida a muy pocos
puntos de la geografía española: Alicante, Talavera de la Reina, Almuñecar,
Badajoz, Zaragoza, Terrassa, Mataró… y algunos pocos más (y que nadie se me ofenda
si no le he mencionado).
Sin embargo, esta disciplina tiene algo especial, ya que
en un solo evento podemos ver competir hasta chavales que se inician con 5 y 6
años, hasta ilustres veteranos que no se resisten a colgar la bicicleta, y que
compiten con casi cincuenta ‘tacos’. Padres e hijos se juntan en unos programas
quizás demasiado amplios para los espectadores no implicados, pero en los que
podemos ver a esas futuras promesas, junto a las estrellas del presente y a esos
expertos que sirven de guía, de orientación y de enseñanza, aunque como en
todos los lados, esta influencia –mal canalizada- puede tener un componente
negativo en un deporte que, según me contaban, echa en falta a técnicos
cualificados en las diferentes escalas de la formación de los pilotos.
En todo caso, no deja de ser curioso que Cyrille Guimard,
en su libro ‘Metido en carrera’, recomiende a los jóvenes que se inicien mejor
en una escuela de BTT o de BMX –no muy numerosas, desgraciadamente, como
decíamos-, que en una de carretera. No hace falta recordar lo que me decían
hace un año algunos reputados ‘descenders’ sobre la conveniencia de que los ‘ruteros’ fueran más polifacéticos en su práctica ciclista, o incluso la
procedencia de las pistas del BMX de algunos de los grandes campeones del
ciclocross, como Sven Nys y Zdenek Stybar, o un tal Chris Hoy, el mejor ‘pistard’ de la
historia.
Y aunque la UCI apuesta por el formato Supercross en su Copa del Mundo, por su mayor espectacularidad, y ceñido exclusivamente a las
categorías punteras, mantiene en el Mundial la fórmula tradicional, con el
Campeonato oficial para élites y juniors, pero con la Challenge como
complemento para las categorías de mayor y menor edad, y para el ‘cruiser’.
Incluso el Campeonato de Europa se disputa con esta misma fórmula, aunque no en
una sola ubicación, sino con seis sedes dobles que realizan pruebas para todas
las categorías sábado y domingo.
¿Y que es eso del ‘cruiser’?, Pues una bicicleta de BTT, a
grandes rasgos, menos nerviosa y más manejable que la BMX, que sirve para que
puedan competir todos aquellos ‘mayores’ que aún desean seguir corriendo sin
demasiados riesgos, pero también como segunda oportunidad para sumar un título
para los pilotos de las principales categorías.
Básicamente esto fue lo que viví durante los dos días en
San Vicente, el primero con una agradable brisa y el segundo con un calor
intenso pero no demasiado pegajoso pese a estar tan cerca del mar. Un programa
muy amplio en el que sólo eché en falta una mayor información por megafonía del
desarrollo de las pruebas, ya que para un profano podía ser muy complicado el
seguimiento, así como de los resultados, que tampoco se anunciaban. Incluso el
tema de asignación de dorsales –que no viene al caso explicar- debería ser
revisado, ya que genera bastante confusión: hoy me volvía loco a la hora de
identificar a los corredores por el dorsal –muchos repetidos- en las fotos que
tomé.
En cambio, el caótico desarrollo de la ceremonia protocolaria es algo tan habitual en tantas disciplinas ciclistas que no
podemos considerarlo propio de este evento… salvo en esa extraña costumbre de
posar con cuatro o cinco maillots distintos como agradecimiento a todos los patrocinadores..
Hola soy Ana de Blogginup.com.
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