Poco
análisis puedo realizar del Memorial Valenciaga, la cuarta prueba de la Copa de
España que hoy (no) se ha celebrado en Eibar. Pero sí puedo hablar de la amarga
sensación que me invadía cuando se decidió su suspensión. Una pena que una
carrera que se prepara con tanto mimo y tanto esfuerzo como el Valenciaga se
vea suspendida por culpa de la mala fortuna, de un accidente con una motorista
que estaba haciendo su trabajo y que la simple fatalidad originase que fuera
arrollada por un ciclista que en ese momento tendría la vista en otro sitio, y
posteriormente por las primeras unidades de un pelotón en una caída muy
aparatosa, y que tenía muy mala pinta como pudimos ver los que seguíamos la carrera.
Conclusión, trabajo para los médicos y las ambulancias que tuvieron que evacuar a la motorista -a estas horas hospitalizada en Cruces, con un fuerte golpe en el tórax, pero fuera de peligro- y a varios ciclistas, el más grave con fractura de clavícula. Pero claro, la carrera se veía abocada a la detención y, tras demorarse en exceso el regreso de las ambulancias, a esa amarga suspensión, injusta para con ese fenomenal trabajo del Club Ciclista Eibarres, que en solo dos ediciones que he compartido con ellos me tiene totalmente enamorado.
Conclusión, trabajo para los médicos y las ambulancias que tuvieron que evacuar a la motorista -a estas horas hospitalizada en Cruces, con un fuerte golpe en el tórax, pero fuera de peligro- y a varios ciclistas, el más grave con fractura de clavícula. Pero claro, la carrera se veía abocada a la detención y, tras demorarse en exceso el regreso de las ambulancias, a esa amarga suspensión, injusta para con ese fenomenal trabajo del Club Ciclista Eibarres, que en solo dos ediciones que he compartido con ellos me tiene totalmente enamorado.
Sinceramente
no se puede hacer ningún reproche a la organización. Ni siquiera un “y si...”.
Y nadie lo hizo. Fue un simple lance de carrera con unos efectos excesivos pero
que cabían dentro de lo previsible. Lo mejor, que las consecuencias médicas
fueron mínimas comparadas con lo que pudo haber pasado. Y una conclusión, no se
si oportuna, pero cierta: cada vez hay más obstáculos -isletas, dormilones,
chicanes...- en las carreteras. ¿Necesarios? Sinceramente lo dudo.
Hasta ese
momento poco que contar, salvo el fuerte ritmo en los primeros compases de la
prueba que seguro habría influido en el tercio final, y ver a muchos ciclistas
ateridos de frío en esa neutralización, pero más por causa de una deficiente
protección contra la lluvia -en este aspecto me llevé una desagradable sorpresa
por la poca pericia de bastantes corredores- que por las condiciones
climatológicas en sí. Por no haber, ni siquiera se consideró necesario
realizar una pseudo ceremonia protocolaria -otro acierto del Eibarrés-, aunque
sí hubo control antidopaje, como estaba programado: también fue de agradecer.
Y ponerse a
elucubrar sobre las opciones hoy de Adria, de Juanpe o de Vega, de que a Soto
no se le veía muy fino o de cualquier historia similar, es innecesario. Y
absurdo. Lo único cierto es que el gran beneficiado -solamente uno- hoy ha
sido el gallego Cristian Mota (Aldro), que de verse con un importante lastre
por su abandono de hoy pasaba a recuperar la misma, y positiva, situación
que tenía antes del Valenciaga. Para sacar conclusiones tendremos que esperar
al próximo domingo en Torredonjimeno.
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