1984. Un joven aprendiz de
periodista, que juntaba sus primeras letras en el periódico Sierra de Madrid,
con especial predilección por contar historias de ciclismo, oye hablar por
primera vez del Valenciaga al enterarse que un chaval de la zona, Jesús Alonso,
de Cercedilla, ganaba la prestigiosa carrera eibarresa. "Es la mejor carrera del campo aficionado", escuché por
primera vez, y "el que gana pasa a
profesionales", lo que sucedió con el corredor de Cajamadrid que al
año siguiente se convertía en integrante del plantel del Zor.
1997. Presente por primera
vez en unos Mundiales de carretera, en San Sebastián, recabo informaciones
sobre Oscar Freire, tras haber logrado la medalla de plata en la prueba sub23. "¡Pero si ha ganado el Valenciaga!",
frase lo suficientemente significativa para hacerme una idea bastante clara
sobre el potencial del cántabro... y volverme a despertar el mayor interés por
la prueba...
1999-2016.
... que no pude seguir en ninguno de los años
en que forma parte de la Copa de España. Cuando no me coincidía con otra
competición, el descanso después de otros días de trabajo era una pobre
justificación para mi pereza en acudir a Eibar. Pensaba en que me iba a pasar
como a varios buenos amigos -y excelentes periodistas- como Josu Garai, Carlos
González o Jesús Gómez Peña que precisamente por razones profesionales parecidas
jamás han podido vivir la magia del Valenciaga.
Todos esas ediciones se plasmaron en crónicas
gracias a las llamadas a los hombres del Eibarrés -con un especial cariño hacia
Ramón Arizaga-, o a colegas que tuvieron la suerte de vivir la prueba en
directo. De compartir recuerdos como el del triunfo de Mikel Nieve en 2007, de
Joseba Iturria (Gara), "con la
victoria de Mikel Nieve, el trampolín que necesitaba. Era un ciclista regular,
pero que ese día demostró su calidad para la escalada, al subir Ixua en
compañía de Joaquín Novoa y aprovechó la debilidad de su compañero de fuga en
las bajadas para dejarlo en la de San Miguel y aventajarlo en 24 segundos en la
meta de Eibar. Esa victoria no solo llamó la atención de Miguel Madariaga para
ficharlo. También le hizo creer en sus posibilidades".
Aunque son más colegas los que recuerdan la
edición de 2011, como nos cuenta Unai Iraragorri, ahora director de Zikloland y
jefe de prensa de Euskadi Murias. "Tuve
la suerte de ver desde el coche neutro, la mejor butaca para una retransmisión
on-line, la exhibición de Evgeny Shalunov, un ruso de 19 años que culminó 120 kilómetros en
fuga, los últimos 34 en solitario. Recuerdo que fue un día de lluvia y niebla,
en la que la figura de este niño rubio, de la escuela rusa del Lokomotiv, fue
la de un titán en Elgeta, Areitio, Ixua y San Miguel. Aquel 4 de abril entendí
la magia que la envuelve y disfruté como pocas veces".
En cuanto al fotógrafo Oscar Matxin, me habla
en especial de la "edición del 2010,
la que ganó Víctor Cabedo, ya que siempre tuve muy buena relación con el equipo
Seguros Bilbao, y también con Víctor y su familia, por lo que esa victoria fue
muy especial para mí; fue un placer poder vivirla y fotografiarla de primera
mano. Su muerte en septiembre del 2012 fue un palo muy duro para todos. Sin
embargo, poder ver a su hermano Óscar llegar al mundo del ciclismo de
competición, también dentro de la estructura del Seguros Bilbao, y verle
evolucionar edición a edición hasta llegar a luchar hasta el último metro por
la victoria en el 2017 supuso una inmensa alegría. Lo 'mejor' de todo es que ya
no podrá ganarlo... porque este año ya le estamos viendo de profesional en el
Burgos, además con su hermano mayor, José, a los mandos del equipo".
2017. Esa edición que
cuenta Oscar, sin embargo, ya la pude vivir en primera persona... sin saber que
sería el último año en que prestaría mis servicios en la RFEC. Aprovechando que la tarde anterior tenía
prueba de pista en Anoeta, reservo una habitación en Elgoibar -Eibar estaba
copado- y me despierto con la ilusión que tienen los niños el día de Reyes para
desplazarme, ese 9 de abril, hasta la salida en la Platza Untzaga, con el mismo
sentimiento que tuve un par de años antes al 'pisar' mi primer tramo de pavés
en la París-Roubaix.
Allí encuentro y procuro saludar a todo el
mundillo ciclista, casi sin excepciones. Como un recién jubilado Benito
Urraburu, que esta vez acude como simple espectador. "Yo la llamo 'la carrera'. Basta mirar, en general, su palmarés y
sus puestos de honor para ver lo mejor del ciclismo español durante los últimos
veinte años, aunque algunos ciclistas no llegaron a donde prometían. Pero lo
más importante es que es que es una competición profesional metida en el campo
aficionado, por su nivel organizativo y deportivo, que se mantiene desde que yo
la conozco en sus inicios. En Eibar hay tradición y una gran cultura
organizativa".
Micrófono en mano, presentando la prueba, se
halla la polifacética y entusiasta Arritxu Iribar. "No tengo duda, para mí la mejor clásica de la categoría de aficionados, por
recorrido, participación, organización… el mejor escaparate para el ciclismo
aficionado: se enseñan los mejores productos y lo saben los equipos
profesionales. Haciendo memoria tengo mil recuerdos pero no se pueden recoger
todos -aunque recuerda también la exhiubición de Shalunov-. No tengo duda: hay
que ser ciclista, con mayúsculas, para destacar en el Valenciaga, para mí una carrera de
profesionales para aficionados".
Poco a poco van
apareciendo en el podio los primeros equipos para la presentación, mientras que
la organización va atando los últimos cabos, con una meticulosidad exquisita.
Ya hubo tiempo para divertirse en la cena de la víspera; ahora es el turno del
ciclismo. "Lo que me gustaría
destacar es que da la impresión de que están organizando una prueba del World
Tour -me dice Ainara Hernando, que pese a su juventud ya tiene una década de
recuerdos-, son una gente estupenda con las que he tenido la suerte de
compartir otras muchas pruebas de aficionados, Gorla, Aitzondo... Larrea trae el vino, Arritxu el pan y Enekoitz las
anchoas rasuradas la noche anterior por él mismo y el chorizo de casa. Los
demás basta con que llevemos ganas de comer, y en cada paso de la carrera, el 'amaiketako'
no puede faltar".
Pero sin duda el 'forastero' que mejor conoce
el Valenciaga está en un corro un poco más adelante. Es David González, el
responsable del pelotón aficionado en Ciclismo a Fondo, hablando entre otros
con el ya hace muchos años retirado Esteban Fernández, el director del mítico
Cajamadrid -precisamente el hombre que dirigía en 1984 a Jesús Alonso- que
tampoco se pierde nunca 'la carrera'. "Llevo
acudiendo de forma ininterrumpida desde hace veintisiete años, a una carrera
que se ha mantenido por el compromiso de todo una ciudad -me cuenta David-, que
ha entendido que el Valenciaga es una oportunidad de dar a conocerse en toda
España, con su Ayuntamiento a la cabeza, con un nutrido grupo de colaboradores
grandes y pequeños. Y por su puesto, con un equipo entregado, fiel, infatigable
al paso del tiempo y que ha logrado lo que muy pocos organizadores consiguen:
encontrar relevo. Cada miembro sabe lo que tiene que hacer y se especializa en
una tarea, que, por pequeña que sea,
cuida con mimo, con detalle, recibiendo la sabiduría de la persona que la ha
desempeñado con anterioridad y conociendo las vicisitudes que entraña la organización de una prueba
ciclista. Ante todo son conscientes de
que el secreto del éxito es la suma de todos los pequeños detalles. Y lo más importante es que nadie quiere ser
más que nadie. Han dado prioridad al buen hacer de la carrera dejando de lado
los intereses personales y el protagonismo".
Una impresión que corroboro en el momento de
meterme en el coche. Tengo la suerte de poder seguir mi primer Valenciaga en
otra de las localidades de privilegio, en el coche del juez adjunto que va por
delante de carrera. Muchas iniciativas, ataques y contraataques, en unas
carreteras que reciben una fina lluvia -nada que ver con aquellas épicas
ediciones que ganaron 'Chechu' Rubiera o Unai Osa en los noventa bajo un
impresionante aguacero, como me recuerda Rafa Gómez, otro de los históricos en
las carreteras guipuzcoanas-, antes de que en San Miguel se quede seleccionado
el grupo de doce ciclistas que se juegan la prueba, y de que Álvaro Cuadros remate
el gran trabajo de su equipo, con un ataque a falta de cinco kilómetros que le
permite entrar con cuatro segundos sobre ciclistas como Sergio Samitier, Manuel
Sola, Edu Llacer y Fernando Barceló.
Sin perder detalle de la carrera, no puedo
dejar de mirar el gentío que se agolpa a lo largo de todo el recorrido, un
público entusiasta y entendido que reconoce por igual el esfuerzo de los
chavales, sin reparar en que sean estrellas, y por supuesto en la cuesta de
meta en Toribio Etxebarria, recordando las palabras de Ainara unas horas antes
sobre su primera edición. "Era una
calle estrecha, cerradísima, donde había estado la fábrica de armería de Eibar,
llena de gente, donde se oía muchísimo los gritos de ánimo de la gente; nada de
espacios abiertos, plazas o similar, que suele ser lo típico en una meta
ciclista". En todo caso, un final impresionante, para una carrera
impresionante, tras treinta años de espera. Y por cierto, ese último ganador
también ha promocionado al pelotón profesional, como manda la tradición.
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