Tradicionalmente, la lengua del ciclismo ha sido el francés. La oficial, que la oficiosa, en el pelotón, ha sido un chapurreo mezcla de español, francés, inglés o italiano comprensible para cualquier necesidad ciclista, pero absolutamente incomprensible para todo lo demás. Pero desde hace veinte años, el inglés ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia en este deporte. Como lengua oficial y oficiosa.
Primero fue el mountain bike, que llegó procedente de Norteamérica, aunque hoy en día las grandes potencias de esta disciplina vuelven a ser las naciones de la ‘Vieja Europa’ refiriéndonos como tal a las que siempre tuvieron la preponderancia en el ciclismo de carretera, caso de Francia, Suiza, Alemania o Italia. No obstante, estos nuevos ‘bikers’ se distinguen de los antiguos ‘ciclistas’ en que es más fácil comunicarse con ellos en inglés que en francés, salvo que sean galos. Y si provienen de la Europa Oriental o de otro continente, no hay la menor duda, el francés no existe para ellos. En cuanto a los ‘descenders’, salvo honrosas excepciones, no busquen sino en Australia, Gran Bretaña o Sudáfrica: decididamente anglófonos.
Más tarde fue la pista la especialidad que dio el segundo impulso a la lengua de Shakespeare. La hegemonía francesa y alemana de los noventa ha dado paso a la supremacía australiana y británica. Y por detrás viene pegando fuerte Nueva Zelanda. Hoy en día, las reuniones de directores de las principales competiciones mundiales se desarrollan en inglés. Exclusivamente.
El único reducto del francés era la carretera. Pese a quien pese, el Tour, el corazón de nuestro deporte, siempre será francés. Poco más hay. Y cada vez menos. No se necesita ser muy avispado para ver la procedencia de los grandes proyectos ciclistas de este siglo XXI: Estados Unidos tiene un papel cada vez más destacado, con equipos como Columbia, Garmin y los neonatos Radio Shack o BMC –éste como gran formación, que como equipo modesto ya existía-. Gran Bretaña ha cerrado filas en torno al Sky Channel, y en Australia la salida de una escuadra Pro Tour –que tenga o no la etiqueta UCI es algo secundario- es cuestión de tiempo. Por otro lado, la UCI lleva ya tiempo apostando por una mundialización que también tiene tintes angloparlantes: Down Under, California… Y desde luego, las innovaciones en este deporte –por ejemplo Twitter- también tienen el mismo color.
El francés está cada día más 'demodé' y si hay alguna lengua que pueda emerger en este deporte, no es otra que el castellano, siempre que se desarrolle el enorme potencial que subyace en Latinoamérica, donde están viendo la luz interesantes experiencias.
En fin. Au revoir cyclisme. Welcome cycling. Te esperamos, ciclismo.
Primero fue el mountain bike, que llegó procedente de Norteamérica, aunque hoy en día las grandes potencias de esta disciplina vuelven a ser las naciones de la ‘Vieja Europa’ refiriéndonos como tal a las que siempre tuvieron la preponderancia en el ciclismo de carretera, caso de Francia, Suiza, Alemania o Italia. No obstante, estos nuevos ‘bikers’ se distinguen de los antiguos ‘ciclistas’ en que es más fácil comunicarse con ellos en inglés que en francés, salvo que sean galos. Y si provienen de la Europa Oriental o de otro continente, no hay la menor duda, el francés no existe para ellos. En cuanto a los ‘descenders’, salvo honrosas excepciones, no busquen sino en Australia, Gran Bretaña o Sudáfrica: decididamente anglófonos.
Más tarde fue la pista la especialidad que dio el segundo impulso a la lengua de Shakespeare. La hegemonía francesa y alemana de los noventa ha dado paso a la supremacía australiana y británica. Y por detrás viene pegando fuerte Nueva Zelanda. Hoy en día, las reuniones de directores de las principales competiciones mundiales se desarrollan en inglés. Exclusivamente.
El único reducto del francés era la carretera. Pese a quien pese, el Tour, el corazón de nuestro deporte, siempre será francés. Poco más hay. Y cada vez menos. No se necesita ser muy avispado para ver la procedencia de los grandes proyectos ciclistas de este siglo XXI: Estados Unidos tiene un papel cada vez más destacado, con equipos como Columbia, Garmin y los neonatos Radio Shack o BMC –éste como gran formación, que como equipo modesto ya existía-. Gran Bretaña ha cerrado filas en torno al Sky Channel, y en Australia la salida de una escuadra Pro Tour –que tenga o no la etiqueta UCI es algo secundario- es cuestión de tiempo. Por otro lado, la UCI lleva ya tiempo apostando por una mundialización que también tiene tintes angloparlantes: Down Under, California… Y desde luego, las innovaciones en este deporte –por ejemplo Twitter- también tienen el mismo color.
El francés está cada día más 'demodé' y si hay alguna lengua que pueda emerger en este deporte, no es otra que el castellano, siempre que se desarrolle el enorme potencial que subyace en Latinoamérica, donde están viendo la luz interesantes experiencias.
En fin. Au revoir cyclisme. Welcome cycling. Te esperamos, ciclismo.
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