Mendrisio no es sólo la sede del Campeonato del Mundo de carretera; también lo ha sido de numerosas reuniones de organismos y comisiones de la UCI, con el fin de establecer el calendario de competiciones de la próxima campaña.
De esta forma, conocíamos la designación de la región de Limburgo (Valkemburg y Maastrich) para organizar el Mundial de 2012, después de los de Melbourne –el año que viene- y Copenhague. Lo más significativo es que comienza a gestarse un nuevo modelo de Campeonato, en el que el protagonismo no es de una ciudad sino de varias –el año que viene Geelong acompañará a la capital de Victoria, incluso con más protagonismo, aunque permanezca incomprensiblemente en un segundo plano-, y en el que las pruebas en línea tendrán un tramo en carretera abierto antes de afrontar las vueltas finales en un circuito. Un tipo de carrera que veremos en Australia, que no plantea problemas logísticos cuando se pueden utilizar coches seguidores, pero una verdadera locura cuando no los hay, como pudimos padecer ‘in situ’ en el pasado Europeo de Hooglede-Gits.
La internacionalización del calendario de competiciones es cada vez más palpable, con la inclusión de dos pruebas en Canadá en el mes de septiembre, en Québec y Montreal, aperitivo de la entrada en breve del Tour de California, que será colocado en el mes de mayo.
También comprobamos tras articular los distintos calendarios –histórico, UCI Pro Tour y Europeo- que en España hay una distribución realmente pésima de las pruebas, con un mes de abril sobresaturado, con unos meses de mayo y junio prácticamente vacíos por la competencia de pruebas en el extranjero, que cada vez es más amplio, ciclísticamente hablando, como vemos con el caso de California, sin ir más lejos: los organizadores se mueven a los meses más ventajosos, pero perjudica a los conjuntos más modestos que tienen que buscarse la vida en cualquier lugar del orbe ante la ausencia de carreras en nuestro país, en el momento más álgido de la temporada.
Uno de los organizadores que ha optado por el cambio es la Volta a Catalunya, que tendrá lugar en ese interesante último fin de semana de marzo, pero que obliga a la Vuelta a Castilla y León a salirse de ese ‘nicho’ y a moverse hasta abril, donde la competencia no es tan grande como en mayo, pero mucho mayor que en sus fechas anteriores. Eso sí, la organización vallisoletana se ha visto recompensada por su ‘sacrificio’ con la recuperación de la prueba de la Copa del Mundo femenina, para un mes de junio en el que curiosamente se concentra todo el calendario internacionales de nuestras ciclistas en nuestro país.
De esta forma, conocíamos la designación de la región de Limburgo (Valkemburg y Maastrich) para organizar el Mundial de 2012, después de los de Melbourne –el año que viene- y Copenhague. Lo más significativo es que comienza a gestarse un nuevo modelo de Campeonato, en el que el protagonismo no es de una ciudad sino de varias –el año que viene Geelong acompañará a la capital de Victoria, incluso con más protagonismo, aunque permanezca incomprensiblemente en un segundo plano-, y en el que las pruebas en línea tendrán un tramo en carretera abierto antes de afrontar las vueltas finales en un circuito. Un tipo de carrera que veremos en Australia, que no plantea problemas logísticos cuando se pueden utilizar coches seguidores, pero una verdadera locura cuando no los hay, como pudimos padecer ‘in situ’ en el pasado Europeo de Hooglede-Gits.
La internacionalización del calendario de competiciones es cada vez más palpable, con la inclusión de dos pruebas en Canadá en el mes de septiembre, en Québec y Montreal, aperitivo de la entrada en breve del Tour de California, que será colocado en el mes de mayo.
También comprobamos tras articular los distintos calendarios –histórico, UCI Pro Tour y Europeo- que en España hay una distribución realmente pésima de las pruebas, con un mes de abril sobresaturado, con unos meses de mayo y junio prácticamente vacíos por la competencia de pruebas en el extranjero, que cada vez es más amplio, ciclísticamente hablando, como vemos con el caso de California, sin ir más lejos: los organizadores se mueven a los meses más ventajosos, pero perjudica a los conjuntos más modestos que tienen que buscarse la vida en cualquier lugar del orbe ante la ausencia de carreras en nuestro país, en el momento más álgido de la temporada.
Uno de los organizadores que ha optado por el cambio es la Volta a Catalunya, que tendrá lugar en ese interesante último fin de semana de marzo, pero que obliga a la Vuelta a Castilla y León a salirse de ese ‘nicho’ y a moverse hasta abril, donde la competencia no es tan grande como en mayo, pero mucho mayor que en sus fechas anteriores. Eso sí, la organización vallisoletana se ha visto recompensada por su ‘sacrificio’ con la recuperación de la prueba de la Copa del Mundo femenina, para un mes de junio en el que curiosamente se concentra todo el calendario internacionales de nuestras ciclistas en nuestro país.
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