Esta mañana he dicho una de las mentiras más piadosas de mi vida. Pero es que no estaba tan de mal humor como en algunos momentos de la última semana en Mendrisio, después de chocar repetidamente contra la sinrazón suiza. Ha sido cuando me han realizado varias preguntas de una encuesta para valorar el Mundial 2009. Un chaval, bastante atento por cierto, me ha cogido al azar –la sala de prensa ya estaba atestada y eso que solamente eran las once de la mañana- y me ha preguntado por el recorrido. Le he contestado que uno de los más atractivos de los últimos años, aunque la precisión suiza me ha obligado a cuantificarlo, con un ‘nueve’.
La segunda cuestión se refería a la organización. Y ahí ha llegado la sobrevaloración, un ‘cinco’, lo que significa un aprobado, aunque raspado, cuando hasta el momento apenas he encontrado elementos positivos –para mí, como seguidor- y si muchos negativos en este Mundial absurdamente suizo. Pese a todo, le he manifestado a mi entrevistador que no estaba nada satisfecho, algo que no le ha debido sorprender demasiado, puesto que el anterior encuestado –un norteamericano, me dijo- acababa de obsequiarles con un ‘tres’.
Pensándolo luego más detenidamente no es que el Campeonato haya estado mal organizado, es que ha estado incorrectamente organizado: han pensado en buena parte de los aspectos referidos al evento y a sus protagonistas principales, los ciclistas, pero no en todos, olvidándose a los actores secundarios como los periodistas, por ejemplo. Y lo que no tenían programado simplemente no existía. Por ejemplo, una salida de las tribunas hacia la sala de prensa sin tener que pasar por el recorrido, ya que con la primitiva disposición, llegabas a un laberinto dedálico sin que les importara mucho que estuvieras toda la eternidad vagando. Ninguno de los suizos a los que les propuse una simple solución entendió mis sugerencias, aunque afortunadamente se tomó en consideración mi propuesta de separar dos vallas y habilitar una puerta cuando harto de darme de cabezazos helvéticos, presenté mis quejas y sugerencias a un coordinador de la UCI, que no era suizo, casualmente.
O por ejemplo, habilitar un edificio como sala de prensa a un kilómetro, a pesar de que había numerosos prados junto a la llegada donde se podría haber montado una carpa mucho más cercana y útil para los que –también- vamos a trabajar. La solución suiza fue mucho más ‘lógica’, destinar una buena parte de su Ejército y sus jeeps a funcionar como ‘navetas’ entre la llegada y la sala de prensa. Por no hablar de la rigidez compartimentada en acreditaciones, sin entender que una misma persona pudiera hacer dos funciones distintas, complementarias, aunque para ellos absolutamente incompatibles: o eres acreditación 2 ó 4, o periodista o fotógrafo, no ambas cosas.
No voy a extenderme más en otras incongruencias organizativas. Simplemente recordar que un evento como éste debe ser tomado en cuenta desde todos los puntos de vista. No vale ni el ‘todo vale’ de la Europa mediterránea ni el “sólo vale lo que digo” del otro lado de la línea del ‘paso de cebra’ (otro día hablaré sobre esta curiosa frontera continental).
La segunda cuestión se refería a la organización. Y ahí ha llegado la sobrevaloración, un ‘cinco’, lo que significa un aprobado, aunque raspado, cuando hasta el momento apenas he encontrado elementos positivos –para mí, como seguidor- y si muchos negativos en este Mundial absurdamente suizo. Pese a todo, le he manifestado a mi entrevistador que no estaba nada satisfecho, algo que no le ha debido sorprender demasiado, puesto que el anterior encuestado –un norteamericano, me dijo- acababa de obsequiarles con un ‘tres’.
Pensándolo luego más detenidamente no es que el Campeonato haya estado mal organizado, es que ha estado incorrectamente organizado: han pensado en buena parte de los aspectos referidos al evento y a sus protagonistas principales, los ciclistas, pero no en todos, olvidándose a los actores secundarios como los periodistas, por ejemplo. Y lo que no tenían programado simplemente no existía. Por ejemplo, una salida de las tribunas hacia la sala de prensa sin tener que pasar por el recorrido, ya que con la primitiva disposición, llegabas a un laberinto dedálico sin que les importara mucho que estuvieras toda la eternidad vagando. Ninguno de los suizos a los que les propuse una simple solución entendió mis sugerencias, aunque afortunadamente se tomó en consideración mi propuesta de separar dos vallas y habilitar una puerta cuando harto de darme de cabezazos helvéticos, presenté mis quejas y sugerencias a un coordinador de la UCI, que no era suizo, casualmente.
O por ejemplo, habilitar un edificio como sala de prensa a un kilómetro, a pesar de que había numerosos prados junto a la llegada donde se podría haber montado una carpa mucho más cercana y útil para los que –también- vamos a trabajar. La solución suiza fue mucho más ‘lógica’, destinar una buena parte de su Ejército y sus jeeps a funcionar como ‘navetas’ entre la llegada y la sala de prensa. Por no hablar de la rigidez compartimentada en acreditaciones, sin entender que una misma persona pudiera hacer dos funciones distintas, complementarias, aunque para ellos absolutamente incompatibles: o eres acreditación 2 ó 4, o periodista o fotógrafo, no ambas cosas.
No voy a extenderme más en otras incongruencias organizativas. Simplemente recordar que un evento como éste debe ser tomado en cuenta desde todos los puntos de vista. No vale ni el ‘todo vale’ de la Europa mediterránea ni el “sólo vale lo que digo” del otro lado de la línea del ‘paso de cebra’ (otro día hablaré sobre esta curiosa frontera continental).
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