lunes, 12 de octubre de 2009

¡No cambiemos las cosas, sólo su percepción!

“Más fácil que cambiar las cosas, es cambiar la percepción que se tiene de ellas”. Este postulado en materia de imagen y comunicación ha sido tomado como un dogma por muchas organizaciones, que se creen que grandes inversiones (o no tan grandes, simplemente deseos o intenciones) en marketing, imagen o publicidad van a traducirse en un sensible e irreversible cambio en la percepción colectiva sobre ella, en especial de sus ‘clientes’ más cercanos: accionistas, consumidores, proveedores, medios de comunicación… Y sin tener que hacer ningún esfuerzo organizativo o económico por cambiar el fondo de las cosas, sólo su por adornar la forma.

¡Que error! ¡Que inmenso error!

Si la frase tiene algún significado, es precisamente en la dirección contraria: nuestro cambio de percepción como organización sobre el entorno que nos rodea y nos influye, es lo que nos va a hacer variar nuestra actitud ante las cosas, lo que va a generar una buena dosis de creatividad y, en definitiva, va dar unos frutos que desde el inmovilismo anterior eran sencillamente inimaginables. Nunca al revés.

Dejando de un lado a estos ‘gurús’ del conocimiento, y buscando en el extraordinario y sabio refranero español, en el primer caso podríamos equipararlo con el archifamoso “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda” e incluso con el ya más finalista “Antes se coge a un mentiroso que a un cojo”; el segundo concepto se vincularía al voluntarismo de “La fe mueve montañas”, o, citando a Paulo Coelho, “Cuando deseas alcanzar algo en la vida, el universo conspira para que lo logres”.

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