Aunque el apoyo por parte de los delegados votantes de la
UEC al británico Brian Cookson –de palabra, ya que el voto es secreto, con todo
lo que significa- fue el tema que más ha trascendido de la Asamblea Extraordinaria
de este organismo, hay otra serie de actuaciones que se engloban dentro del
papel protagonista que esta asociación quiere tener en la gestión del ciclismo.
Y que, estemos de acuerdo o no con ellas, hay que fomentar y aplaudir.
Dentro de esta filosofía, la reestructuración del
calendario ciclista es una de los elementos principales, cuya competencia debe
ser exclusiva de la UCI –aunque sea una propuesta UEC-. Así, el calendario
internacional tendría seis fases bien diferenciadas, comenzándose en enero en
Oceanía, para seguir en febrero en África, ocupar los meses de marzo y abril
con las clásicas europeas (pruebas históricas, en su denominación), mientras
que el bloque central del año -el cuarto, de mayo a agosto- lo ocuparían las
carreras por etapas, como los ‘National Tous’ y el Tour de Francia, los
Campeonatos continentales –entre los que estaría el de Europa, de nueva
creación- y los Mundiales. No se dice nada concreto de Giro y Vuelta, pero se
entiende que estarían entre esas pruebas, aunque la ronda española debería
adelantar sus fechas. ¿Cuánto? Chi lo sa.
Los dos últimos bloques mensuales corresponderían a
pruebas en América (septiembre) y Asia (octubre), con descanso en los dos
últimos meses del año, mientras que los calendarios continentales, también
gestionados por la UCI, se adaptarían a este armazón. ¿Factible? Juzguen
ustedes.
En cuanto a la participación, tras indicar que habría
competiciones para equipos comerciales y selecciones nacionales, por separado,
mantiene las tres categorías de equipos, aunque reduce el número de World Tour
a quince, y establece una cuota de 25 para la segunda división. En cualquier
caso, proponen la imposibilidad de que un equipo ‘sin nombre’ pueda acceder al
primer escalón directamente.
La lucha contra el dopaje es otra de las prioridades, con
el aumento de las sanciones: la primera infracción, cuatro años; la segunda, de
por vida, con implicaciones para los equipos que podrían llegar a perder la
categoría.
Finalmente, hay un aspecto que no comparto pero que tiene
suma importancia en los planteamientos de la UEC: la consideración del
‘pinganillo’ como una trampa a la competición deportiva, algo que argumentan
debido a la desaprobación general de los espectadores. Por ello proponen la
erradicación total.
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