-“¿Sabes María? Estoy pensando dejar de coger el coche
para ir al trabajo”.
- “¿Y eso?”, contestó su pareja en un tono que dejaba bien
a las claras la sorpresa, por no decir la indignación, que le producían estas
palabras.
- “Hay muchos compañeros que ya van andando…”
- “Sí, claro, pero no viven tan lejos como tú. ¡Veinte
minutos andando! Vas a llegar muy cansado, por no hablar de la peste a sudor
que vas a dejar…”
- “¡Que exagerada eres! Además, creo que es un buen
momento para cambiar”.
- “¿Por qué dices eso,
por esa moda tonta de hacer deporte por salud?”, con la mosca detrás de la
oreja.
- “No, porque el mono ignífugo que uso en el coche está
para tirar. Y gastarme ahora mil euros en uno nuevo…”
- “¡Y eso lo dices ahora!, después de haberte dejado una
pasta hace un mes en la ropa interior antiinflamable, en los guantes… Además,
si vas andando te tendrás que comprar ropa adecuada, ¿no? No pensarás ir por la
calle con el traje que luego vas a usar en la oficina”.
- “Yo había pensado…”
- “Unas zapatillas, por lo menos, te costarán de ochenta a
cien euros. Dos o tres camisetas de running, unos pantalones cortos... O unas
mallas si hace peor. Claro, que el casco de Ferrari ese que usas ahora en el
coche lo podrás aprovechar”.
- “Pero mujer, ¿dónde voy yo con eso en la cabeza?”
- “¿Qué te crees, que no te puedes tropezar y partirte la
crisma? Ah, y no te olvides del chaleco reflectante, aunque de momento usa el
que llevas en el maletero”.
- “¡Te has vuelto loca, María!”
Pues sí, las afirmaciones de María parecen ser de lo más absurdo
y de lo más kafkiano, ya que se refieren a un simple ‘andarín’ callejero. Pero
si cambiamos a nuestro paseante por
cualquier ciclista urbano, la ficción no está tan lejos de la realidad, a tenor
de las declaraciones e intenciones de otra María, que, desde el organismo que
dirige, está más preocupada de que los ciclistas lleven un equipamiento de
seguridad (casco, obligatorio hasta los 16 años, y recomendables elementos como el chaleco
reflectante, las abrazaderas de los pantalones, las gafas, las zapatillas…), que en propiciar
una situación de seguridad en la práctica que haga innecesaria toda esta
parafernalia… independientemente de las normas que cada uno se autoimponga.
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