El Uluru, nombre autóctono preferible a la denominación de Ayers Rock surgida durante la dominación británica, es uno de los mayores monolitos del mundo, una formación rocosa que surge, imponente, en medio del desierto australiano, con una altura sobre el terreno de 348 metros -863 sobre el nivel del mar-, una longitud de tres kilómetros y casi nueve y medio de contorno.
Más impresionante es aún su profundidad, ya que la mayor parte de esta impresionante mole se encuentra bajo tierra, aunque no se ha podido determinar de una forma precisa: algunos opinan que son 2,5 kilómetros; otros llegan a establecer una distancia de 6 kilómetros hasta su fondo.
La superficie del Uluru cambia de color, debido a la inclinación de los rayos solares, tanto a lo largo del día como en las diferentes estaciones del año. Es particularmente famosa la imagen de Uluṟu al atardecer, cuando muestra un intenso color rojo brillante. Más impresionante aún es cuando la roca adquiere una tonalidad gris plateada, con franjas negras, en los escasos periodos húmedos en esta zona semiárida, cuando los cursos de agua bañan sus laderas, teñidos por unas algas que crecen en estas zonas.
Desde 1987 el Uluru es Patrimonio de la Humanidad, un periodo de tiempo tremendamente corto comparado con el nacimiento de la roca según la mitología de los aborígenes australianos, ese ‘Dreamtime’. Es el lugar más reverenciado por los pobladores autóctonos, como muestran las pinturas sagradas que se encuentran alrededor de la roca. Los aborígenes quieren difundir el carácter sagrado de la montaña, por lo que no entienden por qué los turistas se empeñan es escalarla; pidiéndote que no lo hagas. Los ‘Minga’, los hormigas, los llaman.
Pero también es un lugar mágico para los que lo visitan, como tuve ocasión de vivir en octubre de 2010, tras un largo peregrinaje desde Darwin, a través de 'The Track'. La energía de la montaña, la belleza de los parajes, la magia del momento nos atrapan a todos. Más de uno se ve tentado a profanar la roca, recogiendo alguna piedrecilla del lugar… que meses después devuelven por correo argumentando la mala suerte que les ha acompañado desde ese momento, para quitarse el maleficio de encima.
Su simbolismo, su grandeza, su polivalencia, su belleza, su magia, su fuerza, su atracción… Todo ello me sirvió para denominar así a este blog, antes de que dicho sueño se hiciera realidad. Ahora, nada mejor que apelar a estos valores para el inicio de una nueva vida profesional, una nueva ilusión, que podréis compartir conmigo, sin ningún tipo de ataduras, en Uluru.
Más impresionante es aún su profundidad, ya que la mayor parte de esta impresionante mole se encuentra bajo tierra, aunque no se ha podido determinar de una forma precisa: algunos opinan que son 2,5 kilómetros; otros llegan a establecer una distancia de 6 kilómetros hasta su fondo.
La superficie del Uluru cambia de color, debido a la inclinación de los rayos solares, tanto a lo largo del día como en las diferentes estaciones del año. Es particularmente famosa la imagen de Uluṟu al atardecer, cuando muestra un intenso color rojo brillante. Más impresionante aún es cuando la roca adquiere una tonalidad gris plateada, con franjas negras, en los escasos periodos húmedos en esta zona semiárida, cuando los cursos de agua bañan sus laderas, teñidos por unas algas que crecen en estas zonas.
Desde 1987 el Uluru es Patrimonio de la Humanidad, un periodo de tiempo tremendamente corto comparado con el nacimiento de la roca según la mitología de los aborígenes australianos, ese ‘Dreamtime’. Es el lugar más reverenciado por los pobladores autóctonos, como muestran las pinturas sagradas que se encuentran alrededor de la roca. Los aborígenes quieren difundir el carácter sagrado de la montaña, por lo que no entienden por qué los turistas se empeñan es escalarla; pidiéndote que no lo hagas. Los ‘Minga’, los hormigas, los llaman.
Pero también es un lugar mágico para los que lo visitan, como tuve ocasión de vivir en octubre de 2010, tras un largo peregrinaje desde Darwin, a través de 'The Track'. La energía de la montaña, la belleza de los parajes, la magia del momento nos atrapan a todos. Más de uno se ve tentado a profanar la roca, recogiendo alguna piedrecilla del lugar… que meses después devuelven por correo argumentando la mala suerte que les ha acompañado desde ese momento, para quitarse el maleficio de encima.
Su simbolismo, su grandeza, su polivalencia, su belleza, su magia, su fuerza, su atracción… Todo ello me sirvió para denominar así a este blog, antes de que dicho sueño se hiciera realidad. Ahora, nada mejor que apelar a estos valores para el inicio de una nueva vida profesional, una nueva ilusión, que podréis compartir conmigo, sin ningún tipo de ataduras, en Uluru.