Con la disputa el domingo pasado del
Memorial Ángel Lozano, en Valladolid, se daba por finiquitada la decimoctava
edición del Trofeo Federación, la competición que nacía en 2001 destinada a las
selecciones autonómicas, pero que ha perdido todo su sentido en los últimos
años hasta tal punto que no tiene sentido que siga existiendo. Por cierto,
¿alguien sabe quién ha ganado este último Trofeo Federación?
El germen de la competición fue la
Gipuzkoa Klasika, una prueba creada en 1995 y organizada por la Federación
Gipuzkoana, que siempre ha rotado el lugar de celebración entre las distintas
localidades de la provincia, en una carrera destinada a selecciones regionales,
completándose la participación con equipos de la zona.
Este fue el esquema que adoptó Josep
d. Bochaca, que, en la época en la que estuvo al frente de la Comisión Técnica
de la RFEC, realizó un trabajo tan valioso como poco reconocido de estructurar
el calendario nacional en sus distintas categorías. En este caso, se trataba de
crear una competición -que nació en 2001- para selecciones autonómicas juniors,
con el aliciente, que se mantuvo hasta 2012, de que las cinco mejores
clasificadas tuvieran una participación extra en los Campeonatos de España de
carretera, pasar de ocho a diez ciclistas. Un segundo ‘premio’, acudir con los
gastos pagados por la RFEC a una prueba en el extranjero, en este caso para la
selección ganadora, tuvo una vida bastante más efímera por razones económicas:
solamente en las tres primeras ediciones. Además, se pretendía que no fuese
gravoso para las Federaciones Autonómicas, estableciéndose unas ‘dietas’ por
participación a cargo del organizador.
Tres puntuables el primer año y cuatro
el segundo, dieron paso a un Trofeo Federación estabilizado en dos pruebas en
los siguientes años de su existencia -quizá por el coste económico que suponía
para los organizadores tener que asumir esas invitaciones- hasta que en 2009 se
dejó de organizar el Trofeo Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en
Alovera (Guadalajara), quedando en solamente una durante un lustro, la Gipuzkoa
Klasika.
En 2014 se incorporaba el Memorial
Ángel Lozano, manteniéndose esa ‘dupla’ hasta el año pasado, aunque en 2016 se
añadió una tercera prueba totalmente acorde con el espíritu del Trofeo
Federación, una contrarreloj por equipos, como broche de oro del circuito. Fue
un espejismo: en 2017 volvieron a ser las dos citas de años anteriores y en
este 2018 la Gipuzkoa Klasika ha dejado de pertenecer, buscando su futuro como
prueba del calendario vasco, aunque seguro que contará con una participación
muy similar en cuanto a la categoría de los ciclistas.
Y es que, aparte de la pérdida de
aliciente para las Federaciones, la inclusión de equipos juveniles -primero de
forma optativa y luego obligatoria para las mejores escuadras nacionales- ha
generado algunos problemas de ‘competencias’ en lo que se refiere a la cesión
de corredores a las selecciones, aparte de perderse totalmente la esencia de la
competición.
De hecho, tanto selecciones como equipos
salen a lo que se sale en cualquier carrera: ganar la prueba individualmente.
Los demás premios son secundarios o vienen por añadidura. Aun así, mal que bien
se había podido seguir vendiendo el ‘producto’, aunque fuese solo
informativamente hablando, pero ahora, con una sola prueba, el futuro no es que
sea poco halagüeño, es que no tiene ningún sentido.
Por cierto, volviendo a la pregunta
planteada: en Valladolid -que volvió a ser una carrera de lujo en todos los
aspectos, deportivos y organizativos, algo que jamás se ha puesto en duda-, ganó Asturias, y por lo tanto en la general final del Trofeo Federación 2018, aunque en los medios, incluso en la misma nota de prensa oficial, se
reseñase solamente el triunfo de Ibai Ruiz de Arcaute y no apareciese ni una
simple mención a la selección vencedora, a la verdadera triunfadora del Trofeo
Federación, que debería aplicarse esa máxima de 'renovarse o morir'.
Fotos: Gipuzkoa Klasika, ediciones 2008 y 2017.
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